La nada. Enero de 2006
Te escribo esta carta Aurora por que creo que es lo único que pudo hacer, todo aquello en lo que creí se ha desmoronado.
Hoy estoy en el último ocaso del café Duval, han empezado a retirar los cuadros, en las paredes quedan impresas pláticas de muchos días, las marcas incrustadas de los viejos muros se resisten a partir, el café también es suyo, el polvo surge de entre los sofás, esos que hicimos nuestros la primera vez que nos besamos.
Sigo triste, en mi escribir no podrás notar las pausas y los tiempos, no veo que quede algo en píe, siempre estuvimos equivocados, aquél día que dijiste que el amor era universal, que la razón entorpecía el curso de la vida y que el miedo siempre es algo superable, pensé que había encontrado a Dios, que debía llamarle Aurora, ponerle un vestido claro y cabellos largos, supe que el paraíso estaba en tu sonrisa. Cuan errado estaba.
Recuerdas esa tarde, la lluvia había ceñido tu ropa, en medio del humo y del olor a tabaco apareciste, sabías que te esperaba y no obstante caminaste hacia otra mesa, reías como siempre y yo me mordía las ganas de tenerte.
Hoy la sigo recordando, terminamos en mi apartamento y me dijiste – lo siento, no puedo – deseaba que hubieras dicho lo mismo en el tiempo de los otros pero, olvídalo, siempre tuve dudas.
Aurora, ya te has ido, esperaba muchas cartas tuyas, deseaba que cumplieras conmigo esa frase que decías – Amar es afilar las uñas y no dejar ir a la presa – dijiste que me amabas pero ...
Es mejor no recordar el ayer, las tumbas nunca estuvieron más abiertas que hoy, me sigue doliendo tu partida.
¿Sabes? Te sigo amando, es inútil que lo diga, pero quiero que entiendas que no amo tu cuerpo, ni las palabras que fingías, no extraño la voz clara ni las ideas incoherentes que decías, lo que amo es el ser completo, la diosa que decías te había yo hecho ser.
¡Cuanto tiempo ha pasado! Espero que las noches sigan ocultando la cara de Selene, y que ahora donde estás hayas encontrado a tus duendes, creo que se te han olvidado todas las tardes en que nunca me hablaste de ellos, no importa, sabía que los buscabas.
Te mencionaba que no encontraba aquello en lo que creí – es cierto, ese era el propósito de la carta – ayer vi a un joven con la camisa del Che, - que raro que ya tenga que mencionar la palabra joven, me siento tan viejo- fue increíble que se bajara de un auto último modelo y ni siquiera volteara a ver a aquellos indigentes, como ha cambiado el mundo Aurora.
Hacía mucho que no iba a casa de mis padres, tumbaron los árboles, fue curioso que no me doliera, de aquella zona ya no quedan amigos, unos han muerto, otros se fueron a fundar familias.
La otra vez recé, no tenía a quien llamar y busqué entre mis libros una Biblia, no la encontré pero apareció un Corán y me dispuse a conocer a Alá, creo que lo que me faltó fue mi turbante, la escena fue graciosa, estaba sentado mientras observaba la cuarta sura, por un momento temí que apareciera primero el libro de las citas del presidente Mao, pero no, Mahoma se dispuso en mi camino y me dio un poco de tranquilidad, leí que el paraíso musulmán es un lugar con fuentes de agua dulce, dátiles y creo que miles de vírgenes, quizá me convierta al islamismo.
Te estuve esperando Aurora, te esperé cuando tenía seis años, cuando salí de la primaria, te esperé en mi primer cigarro y ahora que estoy solo te sigo esperando.
Supongo que tu tiempo ha de ser muy breve, no te importuno mas.
Por siempre tuyo
ARTURO
P.D. Ya se que es absurdo escribir algo después de lo escrito pero:
Aurora, aunque llueve cada día, y al sol no se le ha olvidado salir cada mañana, en esta parte del mundo la gente sigue muriendo.
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