Transcribo la palabra,
hago cabriolas con sus significantes,
otros significados le reinvento.
A las vocales les pincelo espejismos,
recurro a florecerles las mayúsculas,
visto las consonantes con pimientos y rasos.
La palabra insistente se marea,
cae por precipicios, amuralla su espacio,
se sostiene equilibrista entre renglones,
renace en giros, golpea, se hunde
emerge hacia el futuro.
Mi palabra es posesiva,
no es única,
me pertenece toda.
Origen del misterio de un gran rompecabezas,
sazonada en matices y cadencias
de peregrina voz hecha torrente.
Palabra de tres sílabas que acaricia o hiere,
que grita, que susurra,
hace el amor, clava puñales, se libera.
Reniego de la palabra que mancilla, corrompe,
manipula verdades, desintegra su origen
por abolir el mestizo lenguaje
que amamantó a mi pueblo desteñido.
Renuncio a que me borren diccionarios
que atesoro en raíces
de mi suelo y su siembra.
Cultivo la palabra.
Jamás haré silencio.
© Silsh
(Argentina)
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