- ¿Qué vestido te pondrás para esa noche? Me gusta ese negro con flores blancas, ese de seda que usas para ocasiones especiales. ¿Sabes dónde está? ¡Debes empezar a buscarlo! Los días pasan rápido, las noches se hacen cortas, las luces y los colores anuncian desesperadamente que ya llegó.

- ¿Y crees que yo llegaré a esa noche?

- Por supuesto que sí, no digas eso... me asusta.

- Me asustan a mí las luces, la esperanza y la ilusión, me asusta el saber que todavía danzan a mi alrededor ignorando aquel sabor agridulce que habita descaradamente en lo más ancho de sus labios. Es ambiguo, dicotómico y adverso. Preferiría que no doliera más...

- ¿Te duele mucho? ¿Le digo a mi mamá que te dé las gotitas?

- No, ya las tomé. Sólo tengo que esperar, el alivio no tardará. Y cuando por fin llegue tú estarás dormida, tranquila y aliviada junto a mí. Agradecerás al destino por que así ocurrió, te conformarás repitiendo una y otra vez que fue lo mejor, descansarás inclusive más que yo. No llores, ¿ya? Mi niñita no debe llorar, debe crecer feliz conservando cada memoria. Buenos y malos recuerdos crearán esa descripción exacta que tantas veces me pediste.

- Mmm, bueno. ¿Te gustó como quedó el arbolito? No me decidía por los colores... a veces, cuando se mezclan todos, pareciera que no hay ninguno. En cambio, cuando hay sólo dos o uno, resplandece y alegra toda la casa.

- ¿Alegra? No sabía que ustedes estaban alegres.

- Lo estamos... Estas lágrimas representan emoción y ansiedad... quiero que llegue Navidad, que todos cenemos juntos, quiero darte mi regalo y verte sonreir. Quiero verte con ese vestido negro tan elegante. ¿Por qué te ríes?

- Porque decidí que quiero vestir esa noche. Está en el closet, en el segundo cajón izquierdo, doblado cuidadosamente pues es de tela fina. Es blanco, sutilmente decorado en las mangas, te va a gustar. Esa noche, una vez que hayas despertado, dile a tu mamá que quiero llevarlo puesto.

- No, cuando yo despierte quiero verte arreglada, como en los años anteriores. Ojalá que no te duela mucho.

- Mi niña... cuando tú despiertes no sentiré dolor alguno, estaré tan quieta que ningún roce provocará molestias. Dormiré como no he dormido en mucho tiempo, deliraré al contemplarme y al detener el respiro ante el excelso salto al vacío ingente... con ese vestido blanco.