El fondo de mi casa daba a un terreno baldío. Cansado estaba de ahuyentar ratas, cucarachas y oler basura que los desaprensivos vecinos arrojaban sin pudor. Así es que fue una satisfacción cuando me entere de la compra del predio. Decían que era un matrimonio maduro, con dos varones adolescentes como hijos. Yo vivía solo. Problemas de peleas con mis hijos no habrían, eran ya grandes, casados y me visitaban poco. Un poco de ruido no me vendría mal, estaba un poco cansado de a veces, escuchar mi propia respiración.
Me había instalado con mi vieja reposera, el mate y unos bizcochos en la vereda de casa, cuando estaciono la camioneta. Bajaron, miraron el lote, hablaron algo y se marcharon. Simularon no verme, aunque a los viejos es común que nos ignoren por lo que no di importancia al hecho.
En las semanas que siguieron llegaron materiales de construcción en cantidad, obreros con cascos, otros que mejor vestidos daban directivas, un movimiento importante y casi incesante de personas mantenía despierto al barrio las 24 hs. En un mes, aprovechando el buen tiempo, un imponente chalet sobresalía por entre todas las casas de la zona.
Junto con la casa construyeron un intimidante paredón de al menos cuatro metros de alto que se extendía por los veinte de fondo que tiene mi propiedad. Listo. Ya no habría plagas que matar ni basura que soportar, que bien, pense…
Al mes de edificado el chalet, fue habitado. Una impresionante fiesta se hizo para la inauguración. Potentes reflectores iluminaban hasta el interior de mi pequeña casa.
Con el correr de los días me fui acostumbrando a los nuevos ruidos que al comienzo me sobresaltaban… solo unos raros y suaves gemidos me tenían intrigado. Surgían de algún lugar contra el muro de los vecinos.
Una madrugada, serian las 3 o 4, el calor no me dejaba descansar… y de nuevo los ruidos. Me acerque a la pared, busque afinar el oído, y justo del otro lado se escuchaba: - “ Ya sabes, A papa no le va a gustar lo que le cuentes, nos va a castigar a los dos, y después yo a vos…, cerrá la boca “- Después un sollozo contenido y nada más.
Sucesivas noches era parecido, uno ordenaba y otro sollozaba, mientras se oía remover la tierra.
Me sentía entre asustado y cómplice por no informar que algo extraño sucedía del otro lado. Así es que llame a la seccional de nuestra zona reportando ruidos sospechosos en el patio vecino.
Luego me dispuse a escuchar nuevamente a través del muro. –“ Ya tenemos casi todo, no te vas a destapar ahora me imagino…con esto tenemos para uno grande…”-
¡ Que tranquilo me sentí por haber avisado a la policía!
Casi al instante se sintió estacionar un móvil frente al chalet, una voz de alto resonó en medio del croar de las ranas:
-“ ¡ Los que están en el fondo! ¡ Manos en la nuca!
-“ ¡ Cuidado, se dió vuelta y tiene un arma!-“
Se escucharon seis disparos. Gritos de dolor y luego un llanto. Mientras se oían llegar policías y la voz que había escuchado las noches anteriores:
-“ El no quería que lo hiciéramos... me decía que era peligroso robarle a Papa y enterrar el dinero acá... Me parecía bueno sorprenderlo en su día con un festejo... Y ahora mi hermano ya no está…”-

Nunca mas escuché conversaciones ajenas, jamás me desperté a medianoche. Duermo con gafas y auriculares…Casi no me acerco al muro…