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Una canción triste en la radio, resonaba dentro de mí, haciéndo que recordara cada uno de los momentos más alegres de mi corta vida.
Una sonrisa ajena a mí alrededor brillaba bajo mi nariz, consiguiendo que mi locura se mostrara en todo su esplendor.
Mirara donde mirara solo veía paredes acolchadas, blancas. Un orinal de porcelana picada reinaba en una de las esquinas y una cama de muelles que turbaban mas que las pesadillas que me acompañaban todas horas en las que mi cuerpo necesitaba descansar, todas y cada una de las noches desde que llegué a ese lugar distante del mundo, fuera de la vista de aquel Dios que los hombres corrientes adoraban sin saber a ciencia cierta de su improbable existencia.
Los días pasaban, simplemente transcurrían con la única visita de aquella enfermera fofa y con mirada ausente que me traía las comidas y aquel vaso de papel plastificado con la medicación. Como podía odiar tanto a aquella enfermera sin culpa, como podía odiar tanto a ese maldito vaso de papel que me introducía en la inopia del pensamiento, que me dejaba ausente de mismo cada día, cada noche sustrayéndome de la realidad que me rodeaba a unos míseros metros de aquella habitación.
Las imágenes se repetían tan cíclicas en aquel apestoso agujero que no echaba de menos aquella vida que llevaba anteriormente, levantándome a la misma hora, abriendo el grifo de la misma ducha, poniéndome el mismo uniforme, trabajando en el mismo lugar y frecuentando día si día también aquel bar que estaba justo en la esquina de la calle de mi casa. Esa casa que repetía sin parar su ciclo, su rutina, nada mas llegar acariciaba al gato que me esperaba en la entrada, abría una caja de comida precocinada para cenar y me tumbaba frente la televisión hasta introducirme en el mundo de los sueños, todo cíclico, todo vulgar, todo sumergido en la rueda de una noria sin fin.
Solo me sentí diferente cuando comencé a escuchar esa voz maravillosa que resonaba dentro de mi cabeza, aquella voz calida que contestaba a mis preguntas y razonaba mis pensamientos, ella me acompañaba cada minuto de mi vida rutinaria y prevista haciendo más apetecible mi triste subsistencia.
No sé exactamente quien pude ser, quien daría la voz de alarma al verme diferente, al comprobar que de nuevo era feliz, solo sé que una mañana llamaron a mi puerta y al abrir pude ver un hombre trajeado con maletín acompañado de dos individuos colosales vestidos con batas blancas, pude ver mi vecina con una medio sonrisa que desfiguraba aun mas su cara de vieja alcahueta y sobre todos ellos pude ver las lágrimas de mi madre al fondo del pasillo.
Ellos me trajeron aquí, donde ahora estoy encerrado en esta habitación de paredes acolchada, blancas, pálidas como las almas de la gente que deambula por las calles de esta ciudad, ellos tienen la culpa de este maldito dolor de espalda, ellos tienen la culpa que tenga que sufrir los malditos muelles de esa nauseabunda cama.
Pero sobre todo son los culpables de que la voz desaparezca.
A mi compañera no le gusta ese vaso de papel, la hace huir, desaparecer, como odio ese maldito recipiente.
Hoy suena una canción triste en la radio, recuerdo los momentos más alegres de mi vida, creo que se acerca la enfermera, la voz vuelve a escabullirse de mis pensamientos.

Texto agregado el 18-01-2006, y leído por 277 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
29-06-2006 y si... pienso que estamos todos locos (nosotros, los cuerdos)... si tan solo escucharamos todos esas vocesitas... en fin, bien narrado! 5* aruald
31-01-2006 Juraría que este texto ya te lo había comentado , pero lo vuelvo a hacer por si las moscas pues mi cabeza últimamente anda peor que la de tu personaje , tu texto es bastante realista pues conozco bastante el mundo de los enfermos mentales (y no por haber estado ingresado en ninguno centro como tal , aunque seguramente lo sea)pues sabes que mi hermano mayor lo es , describes a la perfección los pensamientos de muchos internos , casi diría que lo has vivido en propia carne , jajajajajajajaja . Un abrazo de este, por siempre , tu amigo . cuando_nieva_sobre_los_cedros
18-01-2006 Dices mucho, muchísimo, sobre esta vida de perros. Será que, justamente, me identifico con ese personaje, en tanto vive una rutina que apagó hasta sus sueños y sus deseos de vivir -no sabía que vivía en realidad, creo yo-. De repente, y le puede pasar a cualquiera, encuentra una via de escape de este asqueroso mundo, una voz, como pudo ser una imagen o lo que fuera, algo que le permitía ser feliz -¿qué importaba, mientras no hiciera daño a nadie?- Pero la gente teme lo diferente, lo aisla, lo esconde, como antaño a los hijos que salían ´con algún mal congénito. Y lo malo es que los obligan a regresar a ese mundo del que quisieron escapar, lo condenan a una vida que no es vida, siempre igual, siempre rutina... pero esta vez, sin salida. Me pareció genial. Ikalinen
18-01-2006 Mi comentario va a ser muy simple. Me gustó. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
18-01-2006 No coincido con el comentario anterior. La tecnica no importa. Estoy de acuerdo que esta vida ciclica como paseo en calesita es exactamente lo mismo que estar dormido. Lo siento por aquellos que no escuchan "esa voz". La sociedad nos adiestra como perritos a ser cuerdos. La locura elegida no es locura, es percepción. .. y no tiene nada que ver con el cerebro. Saludos. aleatilio
18-01-2006 Lo siento. Tu cuento no me dice nada en absoluto. Ni siquiera consigues que me identifique con el protagonista. Es fácil hablar en primera persona todo se dice todo se cuenta no se deja nada al azar.¿Porque no intentas poner algún dialogo que otro?. Un abrazo. kasiquenoquiero
 
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