¡Que dulce inocencia, mi dulce gatito!
¡Cuánta tranquilidad le dabas a mi hogar!
Quedó tu hijo porfiado y jugetón llevando tu mismo ropaje...
¿Sabes? Todavía te veo trepar al arbol en donde cada mañana saludabas al sol.
Algo de tí aún persiste.
Pero volviste al océano cósmico de toda tu especie.
Y sin embargo, algo de tí persiste...
Eras noble.
Siempre descalzo confiabas en cada rincón de la casa.
Cada día había un escondite distinto.
Cada día había que buscarte, porque nunca se sabía, si te habías alejado mucho o simplemente estabas escondido.
Tus hermanos son más silenciosos.
Tu te anunciabas como el jefe de casa.
Confiabas en nosotros.
Y hoy, el día de hoy...
me das la lección de las lecciones.
Siempre me esperabas al llegar del mundo extraño de la calle.
Sabía con eso que estaba en mi hogar...
Contigo sabía que tenía un hogar.
Sin duda hoy me detengo un poco
del acelerado mundo en que vivo
y me digo a mi mismo:
Algo de tí persiste...
Algo de tí se queda...