Una joven pareja pasea con una niña de cinco de años. En el otro lado de la calle aparece un vagabundo con una botella de Four Roses en la mano. De pronto se escuchan dos disparos, el vagabundo se dirige hacia donde escucho los disparos, ve a la pareja muerta, mira en el contenedor y ve a la niña llorando. Su primera reacción es esfumarse del lugar, sabe que la policía y los vecinos no lo tienen como un ciudadano común, ya que fue siempre discriminado, debido a su aspecto exterior y su personalidad tosca e introvertida. Pero no ha dado ni tres pasos, cuando decide volver a por la niña. No soporta oír su llanto. Ese llanto...
Sí, el dolor que le produce el recuerdo de él mismo en la calle, desamparado, sin calor, sin cariño, sin amor... es demasiado fuerte. Recoge a la niña y comienza a andar apresuradamente, tratando de calmarla con unos susurros que envían sobre la niña su penetrante pero cálido aliento. De uno de sus bolsillos, saca una especie de sonajero, una de esas muchas cosas que recogen los vagabundos sin saber para qué la van a usar. La niña lo tira, y qué sabe ella de la ilusión con que se lo ha dado el pobre vagabundo, el pobre vagabundo que daría su vida por esa niña, que ya no tiene ganas de tirar de bolsos para subsistir, sólo quiere salvar a esta niña. Ni por un momento duda que llevándola con él hace algo malo. Ella no calla, patalea, llora, grita, quiere a mamá, quiere a papá... Él mantiene la calma. Le tapa la boca como puede, intentando hacerla callar, pero tratando de no hacerle daño. Comienza a oír el murmullo de la gente, que seguramente al oír los disparos, ha salido a la calle. Acelera aún más el paso, decidido a llevársela lejos de allí lo antes posible. Se cree solo en la calle, lo que le hace sentirse un poco más seguro. Pero en esa oscura, húmeda y fría noche, alguien se ha percatado de su presencia... Es una vieja loca que vive en el departamento frente al baldío. Ve al vagabundo con la niña y actúa de inmediato.
Se lanza desde el balcón y cae sobre el hombre. Increíblemente la anciana lo toma a puñetazos, mientras la niña observa. Todo esta muy bien hasta que a la abuela le ataca la ciática. La jubilada se toma la columna y queda inmóvil y sólo atina a decirle: - ¡Qué le has hecho a la niña, déjala en paz viejo degenerado!
Fueron palabras que realmente llegaron a su alma, no pudiendo evitar el llanto y en ese momento sintió el calor de unas manitas suaves que limpiaban sus lágrimas.
- Vamos, cariño, despierta.
Abre los ojos y ve a Clara, su esposa Clara.
- ¿Qué té pasa? ¿Otra vez un mal sueño?
Sí, otra vez. Y nuevamente el mismo sueño. No entiende nada. Sin decir palabra se levanta de esa cama hogar de sus pesadillas y se dirige al baño. Frente al espejo se detiene, observa su rostro y se pregunta por qué ese sueño tan psicodélico, por qué es él ese vagabundo, por qué es el hombre muerto quién lleva su verdadero rostro... Como un flash comenzaron a desfilar imágenes familiares en su mente, una niñez miserable, un padre alcohólico...
Autores: Esther, Alexandra, Marimar, Ciare,
Criptosio, Palomita, Masatu
Fecha de publicación: 01/04/2003
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