Hacía tiempo que la estaba viendo, no recuerdo cuánto, cuando en un momento se paró y se fue. La imagen me quedó en la mente toda la noche. Era perfecta, sin fisuras. Su contorno disminuía la belleza del paisaje que tras ella se ocultaba. Igualmente no podría estar mejor en otro lugar, pues ambos se complementaban y me daban a conocer la vista más hermosa que un hombre haya presenciado jamás. Después de aquello nada más valía, todo dejaba de tener importancia.
Pensé que nunca más vería ese paisaje y viviría el resto de mi vida sólo con la imagen imperfecta que me había quedado, pero Dios me obsequió una segunda oportunidad: ahora hace dos horas que no le quito los ojos de encima, y no pienso hacerlo. Siento que sólo he vivido para este momento. Toda mi vida se resume en lo que estoy sintiendo ahora. Antes de esto era nada, después de esto, volveré a la nada. Pero ahora estoy y soy en este momento “la perfección”.
Pero de un instante a otro el paisaje se desvanece de nuevo. Igual ya no importa, mi mente lo capturó para siempre con la nitidez de una fotografía. El momento ya pasó, ese lugar carece de importancia para mí. Pensaba quedarme unos días pero me volví esa misma noche.

Ariel Bernardo Staravijosky
Septiembre 2004