ME DECLARO CULPABLE
Hoy después de mucho tiempo la vi de nuevo.
No fue lo mismo, al contrario, la atracción e impresión fue más fuerte que en la primera vez que me cruce en la vida con ella.
En esa oportunidad a pesar de su pequeña estatura su caminar era esbelto, firme, seguro.
Y cuando paso a mi lado no nos dirigimos ni la mirada; menos aun la palabra.
Y yo que soy de hablar mucho no atine a nada.
Tal había sido la impresión.
Por eso me declaro culpable. Ella no lo es, ni siquiera la puedo considerar responsable, por su accionar de ese lejano ayer, menos aun del presente y su accionar en él.
En cambio yo, me replanteo infinidad de cosas.
A tal extremo, que dejo de lado las obligaciones y responsabilidades del día.
Lo lamento por mi esposa, habíamos hecho un acuerdo, debía preparar el almuerzo y especulando lo arreglare con el pastel de verdura que quedo de la cena anterior y unas zanahorias rayadas y cebolla en ensalada. Nada de fritos, ya ayer cargue su estomago con fritadas.
Pero, no puedo sacármela a ella de la cabeza.
Soy el culpable de haberla encontrado en el estado deplorable que hoy la encontré.
Y me pregunto:
¿Por qué tengo ínfulas de escritor y pudiendo escribir de El Loco de los Tachos, también lo hice
sobre El Pata, para mi El Bicicleta de Trapo, de La Globera, sí. En mis Estados de Locura, pude escribir de ellos y no lo hice sobre ella.
Esto que hoy me conmueve y me impele a hacerlo es una mezcla de contradicciones.
¿Quién es ella? ¿Qué piensa?
¿Qué sentimientos la conmueven?
¿Vive sola? ¿Y si vive acompañada, me pregunto, que sentirán los que la rodean?
¿Escribo para rechazar el complejo de culpa al verla después de largo tiempo o por que ante ella, hoy me sentí un culpable y fracasado?
¿Por qué nunca la salude?
Si Al Loco, al Bicicleta de trapo y a la Globera lo hice. Es más sentí que hasta cierta buena amistad, pasajera, pero, amistad al fin, hice con ellos.
¿Quién puede negarme que no lo hubiéramos logrado yo y ella?
De haberlo logrado, nuestras vidas habrían cambiado mucho.
Y... aquí estoy, no cumpliendo lo prometido a mi esposa. Ni pudiendo logra entablar una conversación con esa mujer extraña, que varias veces se cruzo en el trajinar de algunos de mis días.
Decididamente fui un cobarde y culpable por ello.
En tantos años ¿Qué vivencias, crueles, supongo, pasaron por sus días?
Y yo, que suelo vanagloriarme de encarar problemas o situaciones difíciles para mejora de nuestra sociedad, nada hice par encontrar la forma de encarar un a conversación.
O aunque sea un simple saludo respetuoso de un desconocido a otro.
Esta descarga de sentirés en mi computadora, me suena en el cloqueo del teclado, más a horror que una disculpa a mí mismo.
Si me aterre cuando la vi venir.
Me enfrento con su ser a toda mi bajeza humana.
No la quería observar. Temía que mi mirada culpable me delatara.
Sin embargo la fascinación del terror me atraía a observarla y a la vez rechazar el mirar su rostro.
Sabía a que me enfrentaba, sí, lo intuía.
Me enfrentaba a mi culpa de no haber hecho nada. Y al horrendo cambio que hoy tenia su otrora esbeltez,
Convertida en una vencida figura transitando la tragedia de sus días.
Y yo... quizá, los hubiera calmado un poco con un mero saludo, sin siquiera lograr algo más intimo, más profundo.
No me produjo tanto horror observar su rostro atrapado en su tragedia como lo logro su cuerpo doblado, vencido... ya de esperanzas.
Y una terrible pregunta surgió en mi mente que produzco un más ardor en mi estomago y aguijoneo la parte baja de mi pecho,
¿Cómo me sentiría yo al paso de los años, si mi rostro hubiera sido atacado por un cruel angioma, que cada día fuera deformando mi rostro, transformándolo en un machón deforme y sanguinolento?
Y recordé el film El Hombre Elefante. Claro eso me atraía, pero no me comprometía.
Por eso me declaro culpable.
FIN
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