Este vocabulario mío,
tan limitado,
reducido,
pobre,
jodido,
me impide encontrar la frase adecuada para solicitarte,
formalmente y sin preámbulos,
la rescisión de este contrato.

Mi morosidad
tu onerosidad
mi deuda
no tienen lógica

la bancarrota es inminente.
Sensato resulta, entonces, olvidarnos de todas las cláusulas.

Especialmente de esas letras pequeñitas que nunca lee uno al firmar de buena fe, porque estoy seguro que están redactadas de manera tal que pretenderían prolongar este asunto nuestro por tiempo indefinido.

Te ruego me liberes permanentemente sin mayor litigio.