LAS AUTORIDADES SANITARIAS ADVIERTEN QUE EL TABACO PUEDE MATAR
“Busca un punto encima de ti. Mantén los ojos abiertos, en un momento te pediré que respires profundamente. Cuando te diga duerme, me refiero a un agradable momento de tu vida. Ahora, continúa mirando el punto. Respira profundamente y repite, duerme ahora y vuelve a respirar profundamente. Concéntrate en la luz, cuando exhales repite lentamente la palabra paz. Estás ahora en un estado agradable de relajación”.
La voz monótona y dulce del hipnotizador resonaba en el gabinete del mismo. La paciente, mujer de edad mediana con problemas de tabaquismo, decidió que ese método seria el definitivo para dejar el vicio del tabaco.
Una vez que llegó al estado hipnótico, el profesor pasó al sistema de choque:
“Sabes que quieres dejar de fumar. Ahora sabes que es tu decisión dejar de fumar, pero sabes que puedes, quieres y debes abstenerte de fumar, de tabaco, nicotina o de cualquier cigarro... Tu compromiso: enterrar el hábito de fumar antes de que él te entierre a ti... Serás una persona tranquila y feliz, libre de fumar para siempre... Te pido que repitas tu palabra clave durante el día, en todo momento, constantemente, una y otra vez durante todo el día... Añades años a tu vida, añades vida a tus años... Estás programando tu mente que antes de que te entierre el tabaco, tú lo entierras a él... Si alguna vez te puede tu deseo de fumar, simplemente repite tu palabra clave constantemente… La palabra mágica es: asco, asco, asco... Sí, es la forma en que recordarás el mal sabor del tabaco cuando intentes llevarte a la boca un cigarrillo o respires humo del mismo, te entrará tal repugnancia que tendrás ganas de vomitar... No soportarás, ni el tabaco, ni el humo, ni nada que huela o sepa a cigarro. Recuerda, en todo momento y situación la palabra. ¡¡Asco!!”.
Después de varias sesiones como esta, la mujer con la cartera más ligera, pero más feliz al no probar cigarrillo alguno, era una persona completamente nueva y su estado de salud mejoraba día a día. Más recíproca con las relaciones sexuales, a lo que su marido dio por bien empleado el costo del tratamiento. Sus compañeros de trabajo, agradecieron mucho su nuevo comportamiento al verse librados de una chimenea ambulante pululando por las oficinas.
Ella seguía a pies juntillas los dictámenes del hipnotizador, y no pasaba momento del día que no se repetía la palabra mágica. Era su credo, su religión, su obsesión.
Aquella noche, el calor era insoportable, no podía conciliar el sueño y salió de la cama a oscuras para no molestar a su marido. Se dirigió hacia la terraza. ¡Pero! ¿Qué era aquello? ¿Qué olor se le metía por las narices? ¡No podía ser! ¡Tabaco! ¡Era humo de cigarro que lo inundaba todo! ¡Que lo apestaba todo! Roja de ira, con la vena hinchada a punto de reventar, miró en dirección al humo. En un rincón del balcón, estaba acurrucado de miedo su amante esposo. Chupando con avidez hasta el último aliento del pitillo.
—Pero, mi amor, ¿qué haces aquí fuera? ¿Por qué me miras así? ¿Qué te pasa en la cara? ¿Por qué tomas el macetero? ¡¡No, no, nooooooooooooooooo!!
FIN.
J. M. MARTÍNEZ PEDRÓS.
Todas las obras están registradas.
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