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Inicio / Cuenteros Locales / larsencito / Lección de póquer nº2

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A mi no me molestaba que Tomy no parara de hablar. Yo no perdía demasiado y mi obsesión era descifrar si el jueguecito que se traía con la corbata podía significar un tic que delatara sus faroles. Además todos sabemos que a los jugadores jóvenes la suerte les suelta la lengua. Esa tarde Tomy no paraba de ganar y de bromear con cada mano que ganaba. No colocaba los billetes. Los dejaba sobre el tapete en un hermoso montón que hipnotizaba a los inevitables mirones. El resto de jugadores sólo abría la boca lo indispensable para el juego. A ninguno nos hacia gracia que un primaveras como Tomy nos desplumara, pero menos que a nadie a Pedro, el dueño del bar. La cara del tabernero estaba gris como la ceniza del puro que apuntalaba su cara a punto derrumbarse. Pero Tomy sólo veía su suerte y seguía con su cháchara. Invitó varias veces a copas a toda la mesa, incluidos los dos mirones. Nos contaba que en Madrid las copas si que son caras, pero que en ese tugurio de pueblo daba gusto invitar a cubatas. Nos contaba que en Madrid conocía un bar donde también se jugaba, pero que allí no se podía ir de cualquier manera. Que allí si no vas de traje, no entras. Y seguía hablando y ganando. La cara de Pedro era más gris. Otra ronda de cubatas. Nos contó, entre risotadas, que esa corbata se la regaló su madre por reyes y que desde que juega con ella siempre gana. Nos estaba limpiando, nos invitaba con nuestro dinero y encima se hacía el gracioso. Demasiados pecados juntos.
Pedro se levantó y dijo que ya no aguantaba más. Que ya estaba bien por hoy. Había perdido una pasta. Pedro como dueño del bar decidía cuando se acababa la partida. Y aquella, por lo visto, estaba acabada.
Si Tomy hubiera sido un jugador más experto habría cogido el fajo y aquí paz y después gloria. Pero no. Tomy se lo estaba pasando como un enano. Y quería seguir. Empezó a cacarear y a llamarnos gallinas.
Si hubiera habido algún amigo suyo allí, le hubiera dicho que se callara. Que no estaba el horno para bollos. Pero no había amigo y Tomy siguió riendo y cacareando.
Pedro desapareció en un cuartucho que tenía como almacén detrás de la barra y volvió con un fajo enorme de dinero en las manos.
Le dijo a Tomy que se sentara. Un mano a mano. Los demás puntos pasamos a ser mirones.
Tomy nos invito a una copa de nuevo. Pedro había sacado tres veces más de lo que Tomy había ganado en toda la noche. Tomy siguió bromeando un rato, pero la suerte le había cambiado.
En menos de media hora, perdió todo lo que ganaba y todo lo que traía.
En la última mano a Tomy sólo le quedaban unas monedas. Tomy quiso jugarse el reloj, pero Pedro no aceptó.
Quiero la corbata –dijo Pedro.
Tomy se quito la corbata y la puso al lado de las monedas en el centro de la mesa. Pedro gano la mano. Miro a Tomy. Cogió la corbata con una mano y con la otra le prendió fuego con el mechero.

Texto agregado el 16-01-2006, y leído por 347 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
19-01-2006 me encanta el final... thelma
18-01-2006 ¿¿¿que es un ser humano??? elcorinto
18-01-2006 Yo estaba desconfiando de los mirones. Creí que iban a salir corriendo con el fajo de Tommy. Giro inesperado para mí. Calamitatum
16-01-2006 Nota mental: hay que vestir bien cuando se juega al póker... ja... seguí que aprendo Ramoncito... seguí... Aniuxa
16-01-2006 muy bueno. Por un momento creí que lo iban a colgar con la corbata. Yo lo hubiera hecho castillo
 
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