I

-¡Qué mala suerte la mía! –decía el Príncipe-. Preciso tenía que besarme la más fea del reino.

II

-¿De cuándo acá –se preguntaba el Príncipe- no puedo vestirme de otro color distinto al azul?


III

-¡Es el colmo contigo, Matilde! –refunfuñaba el Príncipe-. Diez años de casados y no me has vuelto a dar ni un besito. ¿Acaso temes que me vuelva sapo otra vez?...

IV

-¡¿Quién dijo que soy feliz de ser un Príncipe Azul?! –Todas sueñan con casarse conmigo y yo –en cambio- odio el matrimonio. Voy a rodar el cuento que soy homosexual.

V

-¡Matilde! –exclamaba el Príncipe-. ¿Por qué mandaste sellar el pozo? ¿No ves que quería darme un chapuzón?

VI

-Deja ya tus celos mujer –le decía el Príncipe a su princesa-. Ella no es más que una linda ranita que encontré en el bosque…

VII

-Amorcito –le decía la princesa al Príncipe-. Sé que te gusta mucho el teatro; pero, ¿será posible -al menos por hoy (día de mi cumpleaños)- ver algo distinto al “Renacuajo Paseador”?

VIII

-Cariño –decía el Príncipe a su mujer-. Recuérdale al chef que no olvide poner la mosca en mi sopa.

IX

-¡Por, Dios, amor! -decía malhumorada la princesa-. ¿Otra vez de sapo para la fiesta anual de disfraces del reino?

X

Dice el Príncipe a la bruja del reino:
-Quiero volver a mi estado original sea éste el que haya sido.
-No hay problema, su señoría –contestó la bruja-. Sólo que necesito una pata de conejo, dos mariposas negras y un sapo grandee…
-¡Óigame, bruja, ¿por qué me mira de ese modo…?!

XI

A las bonitas las persiguen los príncipes, a los príncipes las feas y a las feas los sapos.


Bogotá, Enero 16 de 2006