Escucho la suave melodía, tumbado sobre el final, a la espera del baile mortecino de una bailarina solitaria, donde al destapar su caja de música, mi vida, mis sueños; su vida, sus sueños…forman parte de la misma doctrina, fase de aproximación a las ánimas.
Vencida mi moral, no me queda más que entregarme a la depravación de los principios, ensangrentados, por la lucha entre el bien y el mal, contemplada desde el templo de los desterrados, sin ser tratada la visión como apocalíptica, título de unos tiempos venideros.
Sin dolor, pero con el bagaje de la soledad al caminar por mi propia catedral, construida bajo los cimientos de la falsa dureza, fruto de sentimientos asesinados bajo la traición , que mutila la confianza, dando lugar a huir sobre pasos muertos, hacia la cripta del silencio, donde sacrifico mis recuerdos en el altar dedicada a mi vida. Recuerdos, que decoran el retablo de mi persona, deteriorado por la humedad de mis cansados ojos, e inapreciable para mis demonios, gracias al orgullo más radical, pero antes, y solo en mi única religión procesada… más tarde, olvidada; arrastrarme en busca de un perdón que nunca existió, bajo la flagelación de la soledad más pura, arrastrando la cruz de la existencia, contemplando la conversión, a una religión fuera de mi control. Mientras, y sin esperar la sombra entre cortinas de lino negro, las bofetadas de la vida, a medida que trago suspiros de fracasos y desesperación, se vuelven caricias, que estimulan la visión de una biografía presentada en frío, decorada por un campo de lazos cortados, unidos al sonido de lo inapreciable.
Miro desde mi catedral, la pasividad de la noche, que sombrea las cruces de mi cementerio, donde se encuentran mis cruces más costosas. Por ellas, que he derramado más lagrimas que sangre, cometiendo las herejías más deplorables; no por ello más queridas; todas descansan en los brazos de los elementos, pero no por ser de piedra, disfrutan de la inmortalidad; el tiempo pasa de vez en cuando por lo muerto, avisando entre leyendas, de los epitafios en vida.
Derramo los pasos, hacia las desgastadas puertas de mi melancolía, para abrirlas a la contemplación de mi mundo, encontrando como saludo la mirada fría entre cristales, y la inseguridad, causada por una vejez prematura, junto al baile inerte del viento. Pero esta fría presentación, sólo es fruto de la benevolencia hacia los demonios, que maltratan continuamente la hospitalidad, creando la inseguridad hacia los ángeles, caídos o por caer, incluso a los demonios más amigos, que entran en mi desgastada catedral, aprovechando los desperfectos en los puntos débiles, síndrome de una soledad, que no ayuda a la reparación más necesaria.
Sepultado entre muros de cordura, pienso en los estrechos caminos que muestran laberintos de odio y amor, cementerio a medio terminar.
Observo cada día el latir incesante de mi abierto corazón a la sangrienta realidad, que masturba mi moral más aberrante hacia las cruces clavadas en la tierra más impura. Hoy, día de encuentro, ha vuelto a ocurrir el abandono de la palabra más sincera, dejando de lado el odio y abriendo mi ira, para hacer sufrir tu superficie húmeda, llena de la suciedad más natural que puede coger una frase cruel, en el momento del nacimiento de un beso muerto; no deseado. Sin deseo de odiar, camino por las calles oscuras repletas de adoquines salientes, que dañan el apoyo de mi cordura, llegando exhausto a la reflexión de mi persona, de apariencia magistral, pero dañada, y repleta de puntales atados a los recuerdos aun vivos, pero con un cuerpo enfermo, lleno de terror hacia lo inevitable.
De paso, bajo la mirada de control, encuentro en las maderas más nobles, junto a un trozo de mi corta vida, un descanso momentáneo, donde puedo alzar la voz, con orgullo de saber que te están escuchando, o al menos, es lo deseado, para existir en lo pequeño de un mundo propio, que deja patente la entrada de un pilar fundamental, en los principios radicales de una unión sangrienta: sangre y dolor.
En el descanso, siempre solo de espíritu, arrepentido de sobre valorar el cambio hacia los demás, causa de un epitafio próximo con una escritura muerta, me encuentro. Escritura utilizada en todas mis vírgenes, para hacer de ellas mis portadoras a una reconciliación con el control de un pasado, presentándome un presente ya tarde de asimilar.
Hoy lo dejo por finalizado, el dolor aún no es muy intenso, me deja respirar entre muros, permitiéndome la lucidez de mis velas, que reflejan el miedo a lo desconocido en las paredes de mi solitaria y desgastada catedral.
Aun respirando, bajo el olor a cerrado, creo que voy a morir un instante, pero escucho gritos de irreverencia hacia mi epitafio, manchado de maldad, por la avenidas del desenfreno parcial se una buena conducta. En huelga de hambre en mis mejores sueños, el agua me sabe a tabaco, sin encontrar nubes de humo en mi tumba ya cerrada al paso de un día más.
…. mis sueños, caricias de madrugada, que estorban a las hadas negras que me visitan todas las noches, marcan la entrada a un mundo de inmortalidad, donde quedar vivo en un sueño de muertos, es no participar en la fiesta del infierno. De repente, vuelvo a la vida entre mareos de desesperación, pero solo ha sido un letargo mal planeado, mantengo mi conducta, tengo que mostrar mi fuerza hacia el futuro, y no es tarde, nunca será tarde, todos conocemos el futuro a largo o corto plazo, con más o menos rencor o simple lástima…pero…hoy he muerto.




En la soledad más multitudinaria, he suspirado una triste melodía, de la cual he tardado en marchar el tiempo de una calada......con pasos medidos, pero sin rumbo, he tomado el camino más largo, donde puedo pensar bajo la mirada solitaria, por esta vez, de la noche.
Sintiendo la llegada, he notado el peso en mi espalda, sin cuestionar que viajo solo, tengo alma…