Jao terminó de masturbarse y se limpió la pija con el mantel, luego largó un ronco y gorgoteante gemido, manoteó el atado de cigarrillos y le sonrió a Marina como pidiendo disculpas.
--- ¿Me das fuego bombón?---
Marina le alcanzó el encendedor sin prestarle demasiada atención, estaba concentrada en la casita de cartas de tarot que ya ostentaba la marca de cinco pisos delante de las habilidosas manos del fantasma.
Yo los miraba y me daba cuenta de lo mucho que me aburrían, me hubiera gustado proponer una caminata nocturna por el barrio, un paseo largo como para renovar el aire de encierro que se respiraba entre esas cuatro paredes, y tal vez también para librarme de la opresión que me cerraba el pecho. Pero no dije nada. Me hubieran tildado de cobarde y no quería dar explicaciones al respecto. Me puse a hacer zapping
en la vieja tele sin volumen, doscientos treinta canales y en ninguno había algo que valiera la pena, era una mierda. Dejé un documental sobre hormigas tropicales mientras esperaba mi turno. Le guiñe un ojo a Ceci que en ese momento se estaba escarbando la nariz con ganas. Ceci me sonrió, se sacó un moco de considerable tamaño y lo pegó en el borde de mi vaso de vino tinto. Me gustaba bastante el estilo de esa putita roñosa. Había que reconocer que me ponía caliente.
--- Vuelta a empezar ---. Dijo Nico, y tosió a propósito sobre el castillo de cartas que tembló y se desmoronó maravillosamente.
Todos rieron.
Todos menos Marina y el fantasma.
--- ¡Pará un poco, pelotudo!---. Marina se puso a juntar las cartas desparramadas y se las devolvió al fantasma con cara de solemne preocupación. Estaba claro que desde la noche del cumpleaños de Ceci, el fantasma se había ganado la simpatía de todas las chicas, sobre todo después de haber demostrado sus increíbles condiciones de médium. Si hubiese sido un poco menos idiota podría haberse cogido a cualquiera de las pendejas con solo desabrocharse el pantalón. Pero el tipo mantenía el perfil de caballero respetuoso y nunca se sobrepasaba con ninguna de ellas, para él era más importante mantener el aura de misterio que dar la nota. Y lo peor es que le salía bien al muy cabrón. Si alguien me pregunta, nunca supe exactamente lo que pasaba dentro de su cabeza. Tal vez era mejor así.
El fantasma rechazó las cartas que le ofrecía Marina con un cortés movimiento de cabeza. Casi nunca decía nada. Yo no terminaba de entender en que momento se nos había colado en el grupo, pero coincidía con los chicos en algo, el tipo nos caía gordo, nos caía gordo y no le teníamos ni un poquito de cariño. Probablemente tenía que ver con la desconfianza que nos generaba su desagradable silencio.
Encontré algunas respuestas en los ojos de ternera enamorada de Marina. Entonces era eso. Las chicas necesitaban un héroe, las chicas necesitaban un puto y caballeroso héroe que subiera la apuesta y no se babeara encima como un animal enjaulado, alguien que las hiciera sentir importantes en los momentos precisos, pero que también las ignorase con altura, alguien distante y cargado de secretos para tomarlo como un desafío y así competir entre ellas para seducirlo. Prendí un cigarrillo para distraer la idea de agarrarme a trompadas con el fantasma.
--- Dale rata, te toca a vos ---. Dreamhead le pasó el fierro al rata y le dio llama a un porro que tenía el tamaño de una salchicha casera.
--- Esperá, primero quiero fumar ---. Por muy extraño que resultara en nuestro ambiente, el rata estaba nervioso.
--- Dale loco ---. Lo apuró Jao. --- Quiero ver como te volás los sesos. Después si querés fumás ---.
--- Muy gracioso ---
El único boludo que había festejado el chiste había sido yo. Después me di cuenta de que ya todos estaban jugando en serio otra vez. Nos pasaba a veces. Algo en la expresión de las caras cambiaba de lugar y reptaba de forma apenas perceptible, era la señal del trance melancólico que se propagaba en nosotros, o tal vez era locura, pura y simple locura. Me quedé mirando fijo al rata, esperando mi turno.
--- Dejame elegir mi carta ---. Dijo el rata, y se acarició la barbilla con la yema de los dedos. El fantasma mezcló el mazo a una velocidad inhumana y lo plantó frente a él.
Antes de que el rata moviera siquiera un músculo, el fantasma tomó de nuevo el mazo y
con un movimiento elegantísimo extendió los veintidós arcanos mayores en un abanico perfecto.
--- Ésta --- dijo el rata.
El fantasma dio vuelta la carta.
--- La rueda de la fortuna --- Dijo.
--- La verdad es que tenés bastante ojete ---. Observó Jao. Pero el rata no parecía muy feliz. Agarró el revolver y lo miró como si fuera un bicho repugnante.
--- Tengo derecho a sacarle una bala, la rueda de la fortuna es una bala menos no? ---
--- Si, si. A sacar una bala y a girar el tambor --- Afirmé en tono brusco. Me estaba empezando a fastidiar que se demorara tanto.
El rata siguió mis indicaciones. Levanto el arma y se la apoyó en la sien. La mano le temblaba visiblemente.
Todos guardamos silencio y esperamos.
El rata cerró los ojos y apretó el gatillo.
Click.
--- ¡Hijo de puta, que bien que zafaste!---. Festejamos a los gritos mientras lo veíamos ponerse pálido de alivio.
Yo era el siguiente, así que la risa me cosquilleó un poco en la boca del estómago.
En ese momento Ceci se levantó de golpe y caminó hacia el dormitorio.
--- Eh! A donde vas? --- Preguntó Nico.
--- Voy a poner música ---
--- Poné el compact de Primus que te regalé para tu cumpleaños --- le gritó Jao y estaba por agregar algo más pero Nico le metió un puntapié en el tobillo.
---¿Qué hacés boludo? ---
--- Ese compact se lo regalé yo, la concha de tu hermana ---
--- Si boludo, pero vos no te la pudiste coger esa noche...jaaaja! ---.
--- Y vos tampoco pajero de mierda…creo que serías el último pedazo de carne que tocaría en mi vida --- Contestó Ceci desde la otra habitación.
Jao se encogió de hombros y espero hasta que volviera para sacarle la lengua.
--- Tu concha seca no me interesa. Preferiría cogerme una pasa de higo---
--- Adorable, como siempre --- Terció Dreamhead.
--- ¿Vos que te metés flaco? ---
Desde el dormitorio estallaron unos acordes de guitarras distorsionadas y una voz gutural y cavernosa empezó a vociferar no sé que acerca del fin del mundo y la llegada de la era de Satán.
--- ¿Qué carajo es eso? Parece una riña de políticos chiflados ---. Dijo Marina.
--- Se llama Morbid Angel, está bueno ¿no? ---.
--- ¡Por Dios! ---
--- A mi me gusta --- dijo Nico y aceptó el porro que le pasaba Dreamhead.
--- Dame el chumbo, me toca a mí --- Yo estaba impaciente por terminar con la ronda de mierda. Después podría proponer sin culpas salir a dar una vuelta por ahí. Incluso la expectativa de alojar una bala en mi cabeza me resultaba absurda. Tenía necesidad de moverme, de escapar a cualquier otro lugar que no fuera ese cuarto asfixiante.
Tomé el revolver y sin pensar en otra cosa apunté derecho a mi frente y apreté el gatillo.
Click.
Nada. En los últimos fines de semana que nos habíamos reunido para jugar, el asunto había ido pasando de original y emocionante a una especie de rutina infantil, un ritual sin gracia ni significado.
---Bueno, visto y considerando que…
---No. Estás haciendo trampa loco, se supone que tenés que hacer girar el tambor antes de tirar--- La voz gangosa de Nico me tomó por sorpresa. Con la ansiedad por apurar los trámites no me había dado cuenta de respetar las reglas del juego.
--- Si --- Apuntó Marina con enojo. ---El rata tiró con una sola bala porque le correspondía, no te hagás el boludo Peta, tenés que jugar en serio ---.
Los demás asintieron.
El fantasma me sonrió con una de sus mejores sonrisas falsas y empezó a mezclar las cartas para mí. Sus manos eran envidiablemente habilidosas.
--- Está bien. Está bien. No me gustaría que piensen que los quiero cagar. No soy esa clase de tipos ¿saben? Pero de todas maneras se pueden ir todos a la concha que los parió---.
Elegí una carta sin entusiasmo.
El fantasma me miró como si supiera cosas decisivas acerca de mí. El muy hijo de puta.
---La muerte ---. Dijo, y me volvió a sonreír con esa mueca de hiena que yo tanto aborrecía.
Me prometí en lo más profundo encontrármelo a solas y romperle bien la cabeza.
---Esto comienza a ponerse tenso --- Comentó Ceci, sin dejar de sacarse los mocos.
Yo decidí tomármelo con calma. Agregué las balas que me correspondían hasta que en el tambor solo quedaron dos cámaras vacías. Dos sobre seis pensé mientras sopesaba mis razones. Todavía tengo chances.
El rata siguió mis movimientos con una sincera expresión de pánico pintada en la jeta. Abrió la boca como para decir algo, pero luego pareció pensárselo bien y optó por quedarse callado.
---Esto va a durar poco --- Dije haciendo alarde de un coraje que no sentía.
Giré el tambor y destrabé el seguro.
Cuando sentí la punta del cañón sobre mi sien, un súbito pensamiento me despojó de toda incertidumbre. Habíamos cruzado la línea. La noche estaba cargada de tragedia y nos respiraba encima, nosotros la habíamos desafiado. Una sombra más negra que la oscuridad del cielo se posó sobre el techo de la casa como un pájaro gigantesco. No habría ningún lugar seguro donde ir después de esto. Ya no.
Apreté el gatillo al tiempo que apretaba la mandíbula. Estaba completamente seguro de no pasar de esa ronda. El ángel de la buena suerte lejos de mi, perdido y desesperado en algún extraño paraje sin fronteras.
Click.
Fue casi una desilusión. Permanecí sentado en la misma silla, con los ojos fríos, mirando el asombro en la cara de mis amigos. No sonreí cuando estallaron en gritos y carcajadas. Casi parecían felices. El rata me miraba con la boca abierta y en sus ojitos brillantes se leía una palabra: admiración. Casi me hace vomitar. De la falsa alegría de mis amigos no me importaba nada. Una tristeza enorme fue ocupando el lugar de mi ansiedad, como convencida del derecho a sentarse en el trono de mis sentimientos.
La idea de salir a caminar había dejado de interesarme.
Nico me palmeó la espalda y me dio un sonoro beso en la mejilla.
--- Te debo una botella de Vodka, loco ---
--- Más te vale, so cabrón ---
Dreamhead me arrebató el revólver de las manos y apagó la tuca contra el cenicero atiborrado de colillas.
--- Cuantas vueltas hace que salió Ana? ---Preguntó señalando con la cabeza el cuerpo despatarrado en un charco de sangre que descansaba en la alfombra.
--- No sé, cuatro, cinco vueltas ---.
--- Me debía plata --- Dijo Jao. Y ésta vez todos nos largamos a reír, incluso el fantasma.
Dreamhead eligió su carta.
La justicia.
Sacó cinco balas del tambor y se mordisqueó los labios. Hacía algún tiempo que la idea de volver a conseguir heroína le martillaba los nervios.
---Ésta va por ustedes --- Susurró mientras cerraba sus grandes ojos grises.
El disparo sonó como un estampido en la habitación. Dreamhead se desplomó contra la mesa como una marioneta sin dueño, volcando en su caída las botellas y los vasos de vino que se derramaron sobre el mantel y se mezclaron con la sangre, los grumos de sesos y los fragmentos de cráneo. Me quedé mirando mi remera nueva de los Misfits que ahora estaba salpicada de sangre y me pregunté si no me convendría lavarla rápido.
Creo que fue Ceci la que se largó a llorar. La situación se me tornó un poco confusa mientras ayudaba a Jao a arrastrar el cuerpo hasta el otro cuarto.
Jao me miraba de un modo raro, hasta me pareció ver lágrimas bajando por sus mejillas.
---Nadie nos dijo como termina esto…es como si…es como si no pudiéramos parar ---.
Jao me recordaba a alguien, era como un viejo sueño en que los personajes aparecían con los nombres cambiados…¿O era un actor de alguna vieja película de vaqueros? Por más que me esforzaba no podía descubrirlo.
Le sonreí un poco extrañado de ponerme a pensar en esas cosas ahora.
---Esto no termina viejo, esto sigue y sigue y sigue ----.
Cuando volvimos al living los demás estaban jugando a hacer fondo blanco con unas botellas de licor de menta que habían encontrado en la cocina.
En la pantalla muda del televisor un ejército de hormigas tropicales devoraba enloquecidamente a una mariposa moribunda.
Marina eligió su carta sin quitar los ojos del fantasma.
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