A Alain no le importó mucho ver su cuaderno de poesías hecho mierda en el suelo del salón.
- Es como un dejavú - me dijo mientras salía del salón – además, escribo hasta el culo.
En realidad escribía mejor que nadie y por eso tuve que partirle la boca a Iván de un puñetazo. Luego me cayeron encima los demás. Alain ya estaba demasiado lejos para escuchar los golpes. Me lo encontré luego por las pistas de atletismo y jamás se dio cuenta de todo el polvo y las manchas de sangre en mi camisa.
- Fue como un dejavú – dijo nuevamente – como si yo no hubiera comprendido lo que quiso decir la primera vez – Además, esta vez dolió menos – agregó mientras nos deteníamos.
Nos sentamos en las tribunas del campo de fútbol. No había nadie cerca. A lo lejos los patios de primaria y secundaria estaban repletos de gente, algunos niños compraban helados en el kiosco del campo pero luego se iban sin mirarnos.
- En momentos como éste me gustaría ser fumador – dijo- ¿Dime que no le vendría bien un cigarro a esta escena?
- No sé nada de cigarros – dije. - tampoco fumo - Pero creo que a esta escena le vendría bien que incendiemos el colegio con todos dentro y luego nos largásemos a caminar por Lima.
Nos quedamos callados mientras soñábamos con esa idea. Nos reíamos en silencio.
- ¿Laura tendría que incendiarse también? – preguntó finalmente Alain
- ¿Crees que quiera acompañarnos? – pregunté yo
Alain se quedó callado. Luego soltó una piedrita que tenía en la mano y dijo – Me jode cuando dices las cosas de frente. - ¿crees que quiera acompañarnos? – dijo imitándome irónicamente. Estaba molesto
- Creo que vamos a tener que incendiar el colegio con Laura adentro – dije. Estás demasiado jodido. Cuando escribiste el primer cuaderno de poesías estuvo bien. Pero llevas ya casi...
- Tres. Ya sé – dijo para que parara de hablar.
- Tienes que decidir si quieres ser el próximo Vallejo o el maldito ser viviente que detenga a Laura a mitad del patio y le diga. OYE!.. ¿qué no ves que te amo?
Alain se tiró al suelo de la risa – OYE!.. ¿qué no ves que te amo? – dijo imitándome nuevamente. – OYE!! ¿que no ves que te amo? - jajaja.
Luego de eso nos quedamos callados. Creo que estábamos un poco molestos el uno con el otro y cuando eso sucedía nos quedábamos callados hasta que se nos pasaba.
Sonó el timbre de fin de recreo y nos echamos a caminar hacia el salón. Teníamos clase de historia. En realidad teníamos examen de historia y yo no había estudiado nada. Alain sí, sin embargo yo no estaba de humos para pedirle un resumen de la Revolución Francesa mientras caminábamos.
- Fue en 1789 – dijo Alain. Hizo una pausa y luego empezó a decirme un millón de cosas acerca de Robes Pierre y María Antonieta decapitada ante la mirada de miles de franceses hambrientos. Habló de Versalles y de los bailes tan seguro que me pregunté si realmente todo eso lo leía del libro de Historia o lo inventaba. Siguió hablando mientras caminábamos por los pabellones hasta que clavados en las carpetas, sacamos lapiceros y hojas. El profesor aún no llegaba. Me puse a dibujar algo en la carpeta. Laura volteó y pidió un lapicero. Alain le dio uno. Laura lo tomó. Alain volteó a mirarme y sonreímos en silencio un poco ya resignados a lo triste y ridículo de tener que tragarse todo.
Alain recogió una hoja de su cuaderno de poesía destrozado. Estaba junto a su carpeta llena de barro y escupitajos. Una enorme huella de zapato tapaba parte del dibujo al pie de la hoja. Alain estiró la hoja hasta mi carpeta y me dijo – Ahí te dejo mi último poema. Luego de eso dio dos golpecitos en la espalda de Laura. Ella regresó a mirarlo.
- Marco y yo vamos a incendiar el colegio mañana... ¿vienes con nosotros?
- Claro – dijo Laura – y regresó la vista a su examen mientras el profesor escribía en la pizarra el número uno, un punto, el guión y luego la pregunta: ¿cómo murió María Antonieta? todo en letras tristes y delgadas.