Me dio la noticia. Me quedé helada, inmóvil; notando el segundo exacto en el que mi vida daba un vuelco…colgué el teléfono. Dentro de mí noté como si la cabeza se me partiera en dos y un terrible dolor se apoderó de ella. Todo se me vino encima, todos los segundos que precedieron a ese momento se hicieron densos, amargos, lentos. Se me abalanzó el miedo, el dolor y la rabia. Me temblaban las manos, se me encallaba la voz, me ahogaban las lágrimas. Soy incapaz de describir el caos que significó esa llamada. Mi padre estaba enfermo…probablemente no sobreviviría. Me imaginé el día de su muerte; a mi desquiciada, sin control, llorando, gritando frases sin sentido. Me imaginé la vida sin él, cómo cambiarían las cosas. No entendí nada…pero decidí creerme que no moriría, que si algún día se quedaba dormido demasiado tiempo, era porque había decidido exiliar su alma y su mente en aquel universo que describía su canción favorita…