Me encontraba sucia, como siempre, pero era una suciedad profunda, capaz de acelerar la impureza del alma.
El frasco de pastillas que se hallaba vacío frente a mí hacía tambalear el presente, sumergido en nostálgicas imágenes.
Los movimientos eran arcanas malevolencias que se disipaban con el roce de las caricias.
Recordando, traté de prounciar un nombre, tal vez ese tan sutil, pero resbalé de mis labios y me convertí en anestesia entre dientes.
Veinte minutos faltaban para las diez de la noche.
Luz ténue.
Sonidos secos.
Atrincherados los sentidos detrás del vacío de mis ojos, de ésta manera huía la mirada mía por entre las demás.
Tomé rumbo hacia el este y me perdí entre la oscuridad que me engullía, tan ajenas como semejantes las dos.