Celebremos mi entierro, te pido.
Hagamos una gran fiesta, con los traidores,
los que tomaron parte de mi sin sentido,
aquellos que nunca pudieron dejar de verme como un dios.
Emborrachemonos de silenciosas lágrimas pasadas,
rompamos en las carcajadas superficiales de siempre.
Comer mucho. Comer de las trivialidades de siempre,
de siempre en vuestras mentes, ausentes para siempre.
Elevemos a la memoria los fantasmas de la carne,
aquella que un día provaste, la que me tragué indecoroso.
Sigamos la borrachera por lo que nunca volverá a ser,
por la caballería que en mi proyectaste,
por el antihéroe que siempre fuí, que no miraste.
Déjame mirarte de frente y reírme en tu cara,
tú, conocedor del mundo, tan ingenuo como tu mujer.
Escucha y conoce el mundo especulador de inocencia,
saca la espada ahora, defiende de una vez tu cabeza.
Comienza a matar a los buenos, alineate con los nuestros.
Tal vez que te quede una vida para parir un perverso sueño.
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