Eterna Susana


Susana vivió hace muchos años (1600 a. C.). Su belleza –y estilo- desataban pasiones incontrolables. Mas ella privilegiaba la castidad. Así cualquier intento de seducción terminaba, abruptamente, con la vida de los culpables.
Extrañamente esta mujer –que inspiraba tantas emociones- no expresaba nada. Sus deseos eran flores, a veces cantos. Su sueño completo, su mañana cubierta. Lo femenino etéreo, lo corporal abstracto. La maternidad ajena, la pareja lejana. Sabia conmover; pero, al mismo tiempo, ocultaba su capacidad de amar.
Todo intento por encontrarla, aun en el plano más natural, era en vano. Inevitablemente: los labios que buscaban su humedad morían secos.
Sin embargo, la imaginación de un genio (Rembrandt) logró –mucho tiempo después- interpretar todos los intentos de frustrada posesión. Ansias retenidas por siglos dirigieron sus manos para rescatar su figura. Nos la entrega en un cuadro notable y, por siempre, desnuda.
Si bien es cierto esto ocurrió hace tantos años, algunos creen que este personaje sigue vivo. Tarea de cada unos es, entonces, identificar a su propia Susana o... Susano.