Doble encierro
Tengo la cabeza llena de leones
uno solo me podría devorar
si logro zafarme de alguno
llega otro, aun más fiero,
y ocupa su lugar
Rocco sentía que el autor de estos versos podría ser él mismo. Fueron la única compañía mientras duró su caos.
Al final, sus prolongados desvelos le aislaron al lugar en que ahora se encuentra.
Aquí tiene una amiga, Elena. Ella calma sus impulsos y con mucha paciencia, quizás amor, revela las barreras de Rocco y le va inventando escapes. Él acepta sus consejos (confía en ella) y así aclara, una a una, las borrosas ansiedades que le cautivan.
A su lado, Rocco, no ve las rejas que lo aprisionan, ni la fría mirada de la enfermera, tampoco el inexplicable tratamiento de shock.
Cada noche, Elena baja a juntarse con él y en ternura le entrega vida, mucha vida. Hoy, toda su vida.
Rocco, por fin dormido, evoca.
|