Cuando para mí, vivir en la ciudad de New York no estaba en mi agenda, tuve el desagrado de ver partir a un gran amigo. Su ausencia rompió el equilibrio en nuestro grupo, pero hizo brotar en todos el deseo de viajar. Poco tiempo después, otros también se marcharon, pero yo debí esperar que discurrieran veinte largos años.
Instalado ya en un apartamento de Manhattan, en las primeras horas de un martes, me dirigí hacia la estación de la avenida Broadway con la calle 157. Al poner el primer pie en la escalinata, mis ojos tropezaron con la figura de un hombre que se acercaba a los cuarenta. El ojeaba un periódico con disimulada impaciencia sobre la plataforma del subterráneo, al tiempo que se acomadaba una maltrecha mochila sobre sus espaldas.
Me acerqué tanto que pude comprobar que su estatura superaba la mía en dos pulgadas. Aunque su nariz le servía de apoyo a unas pequeñas gafas, su perfil era el mismo de siempre. No cabía duda. Sólo faltaba verle caminar y así verificar si sus rodillas al desplazarse generaban un movimiento oscilatorio que provocaba en su cuerpo un temblor casi imperceptible.
Al fin llegó el transporte y lo abordamos. Yo asombrado permanecí de pie y él sin premura tomó asiento. Con un movimiento jovial, desmontó el saco y lo puso sobre sus piernas y éste no desentonó con sus pantalones raídos y salpicados de plástico. Levantó su cabeza y con un leve giro recorrió parte del vagón, momento que aproveché para con confusión ponerme fuera del alcance de su mirada.
Cuando con precaución volví a observarle, ya había extraído del interior de la bolsa una cuchilla. Introdujo, de nuevo su diestra y después de algunos tanteos, sacó un destornillador. Con éste flojó la hoja, la haló y la guardó en el interior de la navaja. Luego y con sumo cuidado cerró la alforja, pero esta vez no la regresó a su posición. Entonces irguió su cabeza y abrió el periódico en una de las páginas deportivas.
Unos cuantos segundos más tarde, el tren se detuvo en la parada de la calle 191 y con mochila y periódico a cuestas ví salir al que pudo haber sido mi amigo Summer.
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