Fue demasiado pedir compañía, demasiado fue pedir a alguien con quien compartir sueños e ilusiones, alguien con hablar con la verdad y no con falsas pretensiones.
El pedir mucho lo llevo a estar ahora donde esta, el esperar el perfecto aliento, el beso soñado, las palabras exactas, la personas correcta, el amigo ideal, la mascota deseada, la casa imposible pero sobre todo fue mucho pedir ser algo.
Tres días lleva tendido en el suelo rasposo de la muerte.
Unos pantalones casuales, una camisa sin color, con pies fríos y con una manta de soledad cubriéndolo se despidió de lo que nunca llegó a llamarse vida, por que la vida es algo que se siente, es algo que se disfruta, es algo que se desea, es algo por lo que uno lucha, pero cuando la sombra de la desesperanza llega a tu corazón, cuando la soledad es tu única compañera, cuando el yo no basta, la vida no es mas que una perdida de tiempo, de recursos y de energía.
Como siempre quedo esperando que contestaran sus peticiones, esperando unas palabras que se fueron cayendo poco a poco. Un día habló con la persona mas cercana y aun esta no lo conocía, no lo valoraba y claro ni muchos menos escucho sus gritos ahogados tras una tristeza innegable.
Te regreso la llamada algún día, te visitaré cuando pueda libarme de mis verdugos, te escribiré cuando tenga algo que decir, fueron las palabras de las muchas personas que conoció y que trató de comprender, que trato de hacer feliz con su compañía, que trato de dar la esperanza que nadie nunca le ofreció, pero no fue suficiente esto para que se quedarán cinco minutos esperando por el camión de su destino, para borrar sus tanto defectos, para ocultar su miedo a encarar a los demonios que habitan la oscuridad, y poco a poco la historia se fue repitiendo y las personas quedaron libres de su compañía.
Dejó el teléfono con un mensaje: “lamento no estar ahí contigo, lamento decepcionarte en estos momentos, tal vez en alguna otra ocasión será el día en que pueda regresar lo que has dado”, esperando que lo llamará alguien, alguien como sus padre o por lo menos algún vendedor ofreciendo la felicidad que uno nunca podrá alcanzar de una manera fría, como el día en que camina.
Ni la casera se digno a ver que pasaba en ese lugar que ya empezaba a apestar, pero las cuentas si llegaron puntuales.
Llegó el día en que alguien se le ocurrió ver que pasaba y lo encontraron, como siempre con la misma cara, y aun que muerto, con los mismos sentimientos de soledad.
Nadie abogo por el, y paro como siempre lo imagino, en la fosa de los desconocidos, no había diferencia alguna en estar ahí que estar en cualquier otro lugar, al fin y al cabo en vida era el mismo un fantasma que pasaba desapercibido hasta por la persona mas insignificante, no importaba de que hablara, fuera filosofía, arte, medicina o caricaturas, nunca nadie lo escuchaba ni mucho menos nadie lo miraba.
Un empleado del gobierno tomo su cuerpo frío y sin más lo hecho al camión, como el pedazo de carne que era.
Cuando llego a su destino, le dijo: ya llegamos a tu nuevo hogar, disfrútalo.
Todos los días miles de personas pasan enfrente de la tumba de los desconocidos, ahí tiene una placa que dice: “Aquí viven los desconocidos siempre esperando a encontrar a alguien que los valore”.