Autor: Erskine Caldwell
A Erskine Caldwell le debemos los siguientes doce consejos, que figuran entre los más lúcidos que hayan pronunciado escritores de todas las épocas. La precisión de Caldwell hace honor a un género que se distingue precisamente por esa cualidad. Veamos.
I.- Contar un cuento es saber guardar un secreto.
El cuento no es género para chismosos. Se aproxima mejor al estilo de la gente reservada que sabe guardar secretos, que mantiene su propio misterio o, si se ve obligado a revelarlo, lo hará con reticencias.
II. Los cuentos suceden siempre ahora, aun cuando hablen del pasado. No hay tiempo para más, y ni falta que hace.
El cuento es enemigo de la retórica y de los períodos largos que quitan agilidad y velocidad a la trama.
III. El excesivo desarrollo de la acción es la anemia del cuento. O, mejor dicho, su muerte por asfixia.
El cuento es acción, pero no sobrecarga de acción. Hay cuentos de una inmovilidad opresiva pero eficaz.
IV. En las primeras líneas del cuento se juega la vida; en las últimas líneas, la resurrección. En cuanto al título, al contrario de lo que muchos piensan, si es demasiado brillante se olvida fácilmente.
Un buen comienzo es como una buena apertura de ajedrez; un buen desarrollo depende de una buena apertura; si apertura y desarrollo son buenos, hasta el fin sorpresivo sale sobrando. Lo del título es una observación sagaz.
V. Los personajes que se presentan: simplemente actúan.
En el cuento el narrador (y menos el autor) no acapara, sino cede la palabra a sus personajes. El cuento es un género que privilegia el punto de vista, la confrontación entre varios ángulos de visión.
VI. La atmósfera puede ser lo más memorable de un argumento. La mirada puede ser el personaje principal.
"La caída de la casa Usher", de Poe, cuento gótico por excelencia, crea una atmósfera opresiva muy eficaz.
VII. En narrativa, el lirismo contenido produce magia. El lirismo sin freno, trucos.
Bioy Casares dijo alguna vez: Yo quisiera escribir una novela que tenga, de la intimidad, la falta de énfasis. ¡Hay que evitar los énfasis líricos! Y los otros.
VIII. La voz del narrador tiene tal importancia que no debe notarse. Resulta más fácil mentir desde la discreción que desde la exhibición o el ingenio.
Otra vez es mejor un narrador reticente, que sabe dosificar sus revelaciones, que un latero pródigo en detalles superfluos.
IX. Por excepciones que puedan citarse, la frase corta resulta la más natural para un cuento. Corregir: reducir.
Corregir: reducir. Esta es una máxima fundamental. Hay que cortar flecos, encajes, lentejuelas y otros abalorios.
X. El talento es el ritmo. Los problemas más sutiles empiezan en la puntuación.
La buena puntuación ayuda a la respiración del lector y subraya la importancia del ritmo de la prosa.
XI. En el cuento, un minuto puede ser eterno y la eternidad cabe en un minuto.
¿La literatura es un fenómeno de espacio o de tiempo? Es sobre todo una continua refutación del tiempo.
XII. Terminar un cuento es saber callar a tiempo.
Las explicaciones finales son odiosas como por lo general los epílogos. El misterio o el secreto dicho a medias convocan a la complicidad del lector, son una señal de respeto porque le obligan a interactuar con el autor, a crear sus propias conjeturas. |