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Inicio / Cuenteros Locales / moscaerrante / Una coartada convincente

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Era ya muy tarde cuando tomè conciencia y recordè que me esperaba en el vestíbulo a las once. Me ajustè la corbata como pude y fuì escaleras abajo raudamente. Muy a mi pesar, bajar los nueve pisos por la escalera acabò creando las condiciones ideales para despertar en Ella la còlera residual de los ùltimos retrasos, pero a su vez, me proporcionaba un tiempo indispensable para elaborar una coartada convincente, pues mis argumentos venìan siendo catapultados al desfiladero de lo apenas creìble.

- Hace un buen lustro que como una idiota estoy esperando aquì abajo al Señor de las Excusas – abriò fuego mi mujer, con su afamada ironía.

“Me lo estaba figurando mentalmente al sermón de siempre. ¡Que Exagerada! ¡¡Ay estas mujeres!! ¿Serà que son como las Tarjetas de Crèdito, que no se puede vivir ni con Ellas ni sin Ellas?” – me preguntaba sin un atisbo de machismo.

- Tù sabes Tesoro, el trabajo me tiene absolutamente saturado. Contratos, Documentos, el personal a cargo, los Empréstitos, las fluctuaciones de La Bolsa de Valores, los trabajos pràcticos de la Maestrìa y la presiòn de los mercados se apoderan de mi cabeza y la escala de valores se altera de suerte tal que se vuelve imposible para mì acudir a los compromisos asumidos con puntualidad, prevaleciendo, lamentablemente, las urgencias inevitables que me ocupan en estas mañanas complicadas – aduje, tratando de alentar mi capacidad de producir milagros.

Su mirada adusta (y el hirsuto entrecejo fruncido, fundamentalmente) mostraba a las claras la actitud de desconfianza tìpica de una mujer acostumbrada a detenerse en los detalles superfluos de la diarrea verbal defensiva de su hombre, que se traducìan en los hechos en tardanzas ejemplares seguidas de asombrosos justificativos. Comenzò entonces, su renovada perorata maliciosa:

- ¿Sabes Tù lo que me ha enamorado de tì, sucesivamente, querido mìo? De la etapa del noviazgo, tu desfachatez; del primer año de casados, tu inteligencia; del segundo año, tu profesionalismo; y de este azaroso tercero, tu inagotable histrionismo.

“¿De modo que mi experiencia en el teatro juvenil ha derivado en el descrédito conyugal?” – me resignè a aceptar, abrumado por la evidencia de su sarcasmo.

“ La planificación estratègica puede sufrir amenazas del entorno cercano” – me habìan advertido con precisiòn en el Postgrado. “Y el talento de los maestrandos – observaban los Catedràticos - radica en saber utilizar los conocimientos aquì adquiridos para proceder a combatirlas, transformàndolas en fortalezas o bien en soluciones aplicables, sin por ello arriesgar la comuniòn sinèrgica generada con el entorno provocador”. Embravecido por la oportunidad de mi memoria y la pomposidad de la cita, resolvì, valiente, enfrentar asì el vacìo de respuestas en el que naufragaba:

- La perspicacia, amor, ha sido siempre una de las virtudes que siempre he justipreciado en tì – señalè, acadèmicamente. Sin embargo, debo decirte que el hombre moderno como yo, sobreexigido de trabajo, estresado, suele lidiar con un recurso escaso que nos pone siempre en riesgo de conflicto con el entorno: el tiempo, - aleccionè, con un brote de superioridad intelectual.

- Depende de la amplitud de concepto que Usted quiera darle a la palabra trabajo, Licenciado.


“¿Conque que hoy amaneciste filosa, corazòn? Quisiera Lìnea Directa con el tutor, por favor, es una urgencia!!”
… A luchar nomàs! Imperturbable pues, lejos de dejarme amedrentar por un arrebato de lucidez, y mientras me anudaba aùn la corbata, le preguntè ceremoniosamente:

- ¿Es esto un debate acadèmico, un combate dialèctico, un ajuste de cuentas o una investigación parapolicial sobre el alcance etimològico de mis actividades profesionales? – inquirí con humor resbaladizo.

- En su mayor parte, los hombres que se precian de ser modernos, ejecutivos, como Tù, Mi Sol, tienen a la mano telèfonos mòviles, para poder ser ubicados por su amada en cualquier momento y permiten a su esposa entrar libremente a la oficina de su marido sin ser detenida por secretarias de dudosa idoneidad, excesiva popularidad, generoso escote, ajustadas faldas y cara de obsecuentes prepagas - replicò con infinita ternura, encerràndome en la fatal encrucijada de una verdad no revelada.

…Y nubarrones pedìan asilo en el techo de la discusión matrimonial.

Se registrò enseguida un silencio sepulcral y, al instante, la tormenta: una imprevista y colorida melodìa caribeña empezò a sonar y resonar, protuberante, desde el interior del bolsillo delantero de mi pantalón recièn regalado (yo notaba que el simpàtico sonido del celular no blanqueado atraìa y engendraba la furia castradora de mi mujer, dificultaba mi respiración y me limitaba a suplicantes lagunas que empantanaban las posibilidades de aplicación de lo aprendido en el Magìster). “Voy a atender” – me dije decidido - saquè el celular del bolsillo con mi mano izquierda temblorosa – relativizando la situaciòn con mi voz siempre segura, como indica la bibliografía - y contestè:

- ¿Secretarìa Acadèmica? ¡tanto tiempo! ¿Qué mañana se rinde la Tesis? // Claro, sì, allì estarè a las seis….// pero por supuesto, es lo convenido!!// -. ¡Estos Tiempos modernos, Cariño! si mañana apruebo, tengo que devolver el celular…..y el bulto de mi erecciòn suicida quedò desnudo y desprotegido, solitario y sin compañero de camuflaje, sonriente y descubierto por alguien que llegò en el momento apropiado para comprobar su hipòtesis.






Texto agregado el 13-01-2006, y leído por 136 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-01-2006 Si es que no se puede engañar a una mujer porque las mujeres si se enfadan son malísimas jajaja ;) estuvo bien Zawa
 
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