Tío raro el que vimos el otro día, en el bar Avenida, a la hora del vermú. Estábamos un colega y yo tomando unas cañas cuando va y entra un tío por la puerta, con un casco de moto puesto. Se abre la visera y nos dice: ¡Cuatro por tres! Todos nos quedamos mirándole. Tendrías que haber visto la pinta del tío con el casco puesto, solo se le veían los ojos. Cuatro por tres, dijo de nuevo. Mi colega le dice que son doce y entonces el tío lo mira como si lo fuera a matar. Y es que el notas impresionaba, con una cazadora negra de cuero que llevaba y unas chapas clavadas en pecho. Al igual que yo, todo el mundo se preguntó qué quería decir con eso de cuatro por tres. Matías, el camarero le preguntó que qué quería decir. Y el tío le dijo que vendía cuatro retrovisores de moto, nuevos, al precio de tres. No gracias, no queremos, le dijo Matías. ¿Cómo? No me dirás que no es barato, insistió el pesado. No queremos nada, contesta el Matías. Entonces, el tío se dio por vencido y pidió un café. El Matías se lo puso. Se lo bebió, caliente como estaba, de un solo trago. Después dejó los retrovisores sobre la barra y le dijo que se cobrase. Anda cóbrate, le dijo. Y el Matías le respondió que con qué se iba a cobrar. Pues con esto, le dijo el tío señalando los retrovisores. Yo no quiero ningún espejo, le dijo el Matías, además no tengo moto. ¿Y qué? Se los regalas a un colega, le dice el notas. Pero como el Matías no aceptó el change entonces el tío se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y sacó algo muy pequeño envuelto en papel de plata. Lo desenvolvió y pudimos ver una bolita pequeña de color marrón. Chocolate tío, hachís. Y lo saca allí, en medio del bar. Deberías haber visto la cara del Matías. Que cara puso. Y va el tío y le dice, anda hazte un porrito. Y el Matías que no aguantaba más se fue para dentro y llamó al Toni, que es el dueño del bar. El Toni sale secándose las manos y le dice qué pasa aquí. Y el tipo le explica que no tiene dinero y entonces el Toni, que es un santo, va y le dice en tono paternal que si no tiene dinero por qué entra en el bar. ¿Tú lo ves lógico? Le pregunta. El tío entonces, no se por qué pero pilla un mosqueo que te cagas y se saca la cartera del bolsillo de atrás y la abre. ¿Y sabes lo que saca? El carné de identidad. Lo pone encima de la barra. Que nadie toque la papela, dice, que ahora vuelvo. Y se va por la puerta echando leches. El Matías nos mira a todos, que estamos en silencio, alucinando y el Toni le echa la mano en el hombro y le dice que no se preocupe. Este ahora viene con cuatro colegas y nos destroza el bar, salta el Matías. Tranquilo, le dice el Toni que se va de nuevo a la cocina con lo suyo. Yo me pedí otra cerveza y mi colega otra, no queríamos perdernos el espectáculo. Entonces no te lo vas a creer, que parecía una película del Almodóvar, cuando entra de nuevo el pavo con un billete de diez euros cogido con las dos manos y lo comienza a enseñar a todo el mundo. Aquí estoy, dile a tu jefe que salga, le dice al Matías y llama al Toni y el Toni sale, bastante mosqueado porque tiene la paella en el fuego y no está para hostias. Tienes razón le dice el del casco al Toni. Sí tío, todavía no se había quitado el casco. Tienes razón, le dice. Si no tengo dinero para qué entro a tomarme nada. Anda ponme otro café y tómate algo tú y que lo que quiera el chaval. Pero espera, que no queda aquí la cosa, entonces el tío nos invita a mí y a mi colega a una cerveza. Y se pone a invitar a todo el mundo y pregunta de nuevo: ¿De verdad que no queréis un retrovisor?