Mary, a falta de clientes, se refugia en un portal porque llueve. Hay un plof, un chas y aparece un joven en paños menores colgado de sus alas.
—Dios te salve, María.
—¡Ups!, ¿llena soy de gracia?
—Pues... sí.
—¡Mira qué majo! ¿Y tú quién eres?
—Soy San Felipe Arcángel.
—...
—Sí, bueno, de la nueva hornada.
—Ya. Y en nombre del Señor quieres hacértelo conmigo.
—Yo no. El Espíritu Santo.
—Zoofilia...
—Er... No, Santísima Trinidad.
—Pues con tres os va a salir por un pico. Los condones aparte.
—Esto... Creo que no lo entiendes. Me refiero al misterio de la Encarnación.
—Mª Encarnación Otero, para servirle. Pero mejor Mary, que estoy trabajando.
—Que no... Que te digo que vas a ser madre del segundo Hijo de Dios.
—¿Yo? ¡Ja! Lo que me faltaba. Estoy como para cuidar de un churumbel.
—Bueno, bueno, yo sólo te lo anuncio. Con que me firmes aquí abajo conforme que has recibido el mensaje, a mí me vale.
—Uf... Anda, dame. ¿Aquí? ¡Hala, ya está! Y viento, que ha parado de llover y me espantas la clientela.
El arcángel se esfuma. De vuelta, por la autopista hacia el Cielo donación de Michael Landon S.A., medita en cómo han cambiado los tiempos:
“Ni modales, ni dulzura, ni virgen, ni nada. Perro mundo, falta hace el nuevo Salvador.” |