I
Casi son las ocho y media. El chico de al lado se suicidó. No sé a que hora decidió quitarse la vida, pero lo hizo.
La chica llora. Llora de verdad. Vivo en la misma calle pero nunca le he dirigido la palabra. La misma calle ahora está llena de nostalgia e incomprensión.
Ha sucedido hoy mismo. Justamente hoy día. Son casi las nueve. Mañana tengo examen de Historia. No tengo ganas de estudiar. No tengo ganas de nada.
Lo entiendo pero no lo comprendo. Es absurdo, aunque tampoco estoy seguro de lo que habría podido sentir el chico. Ni siquiera lo conocía. No sabía quién era. No obstante me siento extraño, vacío.
Son las nueve y cuarenta y tres. Leguía gobernó ocho años. No, no, ese fue Odría. No lo sé. No tengo ganas de estudiar.
¿Cómo lo habrá hecho? ¿Un tiro? No habíamos escuchado nada. ¿Sobredosis? Tal vez. ¿Se habría lanzado de un tercer piso? Quizás. Temblé de escalofríos.

II
Son las diez y veinte. Estoy tendido en la cama. A un lado está mi libro de Historia. Estoy raro aún. Medio asustado, medio extraño. Siento que estoy caliente. Me toco la frente. Tal vez tenga fiebre. No digo nada. Estoy echado en mi cama. No me muevo.
¿Cómo habrá sido? ¿Por qué? Tendría que ser algo muy feo como para atreverse a semejante locura. ¿O sólo es una salida más?
No aguanto más. Cierro los ojos. Mi libro está abierto en la página 53. El examen entra hasta la 62. No aguanto más. Me duermo.

II
Es medianoche. Bajo a la cocina. Estoy descalzo. Me acerco al cajón de los cubiertos. Saco un cuchillo para cortar carne. Lo acerco a mi cuello. Lo paso lentamente. Siento escalofríos. Pienso en un temblor en mis manos que nunca sucede. Dejo el cuchillo en su sitio.
Subo las escaleras. Me vuelvo a acostar. Todavía me siento intranquilo. Quizás nunca se me pase. Pero siempre queda otro día. Al menos para mí.