Capitulo 1

La vida esta hecha de recuerdos. Esa frase es dicha frecuentemente por los Espíritus, y ahora más que nunca creo que tienen razón. He decidido plasmar todas mis memorias, toda mi vida en estas paginas, antes de marchar hacía mi ultima travesía.

Lo más correcto sería que mi historia diera inicio el día en que el imperio invadió y destruyo mi aldea, pues fue así como mi viaje comenzó, pero en realidad yo aun era un niño y mi memoria resulta borrosa. Lo poco que recuerdo es que después de separarme de mis padres fui llevado a un asilo junto con el resto de los niños. Ahí pasé un par de años hasta que un día el asilo fue atacado por los salvajes, y en medio de la confusión varios de nosotros logramos escapar, sin embargo, cada quien siguió su propio camino y entonces me quede solo.

Tras vagar durante unos días, sin dinero ni comida, me vi forzado a robar para sobrevivir. Afortunadamente mi vida de ladrón duró solo unos pocos meses gracias a que conocí a un hombre a quien llegue a considerar como un padre. Su nombre era Leo, el mercader del desierto. Con su ayuda aprendí a leer y escribir en diferentes lenguas, entre ellas la más importante: el lenguaje de los mercaderes. También aprendí el oficio de los comerciantes y viajeros pues me convertí en el ayudante del viejo Leo. Debido a su edad él ya no podía ver con claridad así que yo me encargué de llevar sus libros de cuentas.

Por desgracia lo bueno dura poco, al menos para mí siempre fue así, y después de 3 años de viajar mi amigo, mi padre Leo, sufrió de una extraña enfermedad y murió. Yo apenas tenía 12 años y otra vez estaba solo.

Por un tiempo intente seguir con los negocios de Leo, pero me resultó muy difícil pues yo aún era muy joven, y para empeorar las cosas el imperio comenzó una expansión bélica por lo que decidí huir a la Tierra de los espíritus.

Yo tenía 14 años cuando llegué a la ciudad del desierto, Oasis. No era la primera vez que visitaba Oasis, en realidad había estado ahí en por lo menos tres ocasiones cuando viajaba con el viejo Leo; fue por eso que elegí refugiarme en este lugar, una ciudad en medio de la nada.

Al Norte y al Este de Oasis hay dos cadenas montañosas. La primera es la cadena montañosa más grande del mundo, al menos eso decía el viejo Leo, Las Megadonias, aunque ese es el nombre que le da el imperio. Para los espíritus esas montañas son malignas y las llaman las cumbres de la muerte, pero de eso hablaré con más detalle posteriormente. La otra cadena montañosa es más pequeña y es desconocida para el imperio, pero no para los espíritus, de hecho, en esas montañas viven algunos de ellos, me refiero a la tribu aire, y las llaman Montes Alba. Yo habría de viajar a esas montañas en donde tendría una de las experiencias más increíble y aterradora de mi vida.

Al Sur y al Oeste solo hay desierto, aunque en esta última dirección se encuentra el mar, pero es casi imposible alcanzarlo debido a las terribles tormentas de arena, al sofocante calor durante el día y el frío desgarrador en la noche. Sobrevivir en Oasis era una lucha diaria.

Mis estimados lectores deben estar preguntándose como pude llegar a la ciudad del desierto; pues bien, como ya lo dije, el viejo Leo me enseño el camino. La única ruta segura desde el imperio hasta la tierra de los espíritus en el Sur: el camino de las calaveras y el paso de la serpiente. Aunque estos nombres no inspiran mucha confianza, para un espíritu no son nada fuera de lo normal. Después de todo Leo era un espíritu.

Como ya dije, al enterarme de la expansión del imperio sentí miedo y pensé que el único lugar seguro era la Tierra de los espíritus. No cabe duda de que yo era solo un pobre niño estúpido; el objetivo del imperio fue desde el principio hacerle la guerra a los Espíritus.