Las olas rompían implacables contra las rocas, ejercían su fuerza erosionadora en un suicidio colectivo asesinando a su vez la pétrea rigidez del paisaje, dejaban tras de sí estelas de espumas que se transformarían en nada.
Sentado en la arena contemplaba esa escena de vida y muerte; asemejó las olas a los recuerdos , las rocas eran su cerebro enfermo, la espuma su memoria perdida en el mar de su mal. Así se sentía desde que le diagnosticaron alzheimer, las evocaciones de su pasado venían con la fuerza de una marejada dando dolorosos momentos de lucidez a su mente, para a continuación difuminarse en el océano de su enfermedad.
Desnudo entró en el mar y nadó hasta el fin de sus fuerzas, después flotó sin más en la fría agua y cerrando los ojos se dejó mecer en ella. Cuando abrió los párpados de nuevo no recordaba quien era ni qué hacía allí, solo sentía una gran paz y se dejó llevar. El oleaje se hizo más salvaje, le costaba mantenerse boca arriba, pero no le importaba, se sentía espuma difuminándose en nada.