Muchacha con Bandera.

Bajo 35 grados, la democrática Alameda acoge tu sofocado intento de darle brisa a este Santiago veraniego.

Despliegas y agitas tu varonil y tricolor bandera, indiferente de la consigna, el llamado electorero “Se Puede”. Sabes, como el resto de nosotros, que no es cierto. No importa. Lo único cierto es que al final del día podrás cobrar tu paga. Nadie osaría increparte o acusarte de desclasada. Y no es por tu pelo, ahora rubio, o tus jeans de marca, que muy bien modelas. Sería lo mismo si la tela que agitas fuera una de femeninos colores pastel. Probablemente la paga sería menos, y ahí si que no se puede.

Desde la vereda mandas tus señales de náufraga a los miles de vehículos que pasan, pero es inútil. A lo más, ven los colores, y creen adivinar lo demás.

¿En qué piensas cuando marcas los puntos cardinales con tu guaripola?
¿Qué es lo que se puede?
¿Acaso sueñas? ¿ O construyes tu mañana?

No estás sola muchacha. Cada diez metros otras manos agitan sueños y banderas, ofrecen helados a $ 100, o simplemente limpian parabrisas en los semáforos. Hay trabajo para todos en las avenidas.

Pero restan cuatro días para el fin de temporada. Se acaban las ofertas y las falsas sonrisas en los carteles.

No te angusties. En cuatro años más, nuevamente y para ti...

Se abrirán las grandes Alamedas.