El repartidor de leche bajò de su camiòn
grandote, al ritmo de un tractor
sus manos sostenìan el ansìa de los pobladores
su boca, habìa probado esos sabores.
Lechita matinal, nada con que comparar.
Camina lento, sintiendo su poder en mano,
tropieza siendo admirado,
mis ojos no se detienen
recorren su cuerpo potentes,
sin dejar de buscar prominentes.

Què machoso se veìa lechoso
ahora chorreando un blanco sabroso
lentas y gordas gotas de espeso berbaje espumoso
mezclado a la blancura,
batièndose con frescura
entre su oscura y jugosa piel
olorosa, sedienta
abeja hambrienta de montañas de miel,
como la que escapaba de su pantalón.

Olvidè las botellas
y leche derramada, chorreante,
no tan desperdiciada
Quise probar directa
enchufada
ensimismarle y treparle
Taparme la boca con desbordantes
haciendo charcos de leche brillante
leche de vaquita, leche de mamita
leche matinal, leche de lechero,
nada como eso