Ayer tu silencio fue ensordecedor.
-Te amo– dije.
Tu silencio se extendió por los innumerables caminos
que el tiempo nos permitió para los dos.
La respuesta esperada recorrió las sonrisas,
se meció entre los sueños amarillos del ser feliz,
junto a ti.
Fue a nuestro primer encuentro,
las calles de aquella ciudad que ya no existe en tu memoria.
Las mismas calles que ahora recorro solo,
calles por las que siento tu figura,
y te veo allí, sonriente,
y levanto la mirada al cielo y veo al sol, amarillo,
como el amor por ti.
Recuerdo tu aroma, tu presencia.
Acaricio tu cabello mientras duermes
y al despertarte con un beso me enamora tu sonrisa.
Luego te empujo suavemente, me empujas,
y el juego y la lucha culmina con caricias.
-Desayunas?
-No, gracias.
-Mujeres...!
Me levanto, desayuno.
Y recorro tu cuerpo mientras reconcilias con tu sueño.
Las yemas se desplazan por tu rostro,
te abrazas a mi cuerpo,
me miras con ojos soñolientos y sonríes.
Voy a la ducha y allí llegas.
La humedad, la espuma y el delicioso sabor de tu piel
me enamoran nuevamente.
-¿Sabes? Tu piel, tu aroma y tu sabor son
sencillamente perfectos...!
-Sí?
-Nuestros cuerpos se complementan
como si hubiesen sido prescritos el uno para al otro.
Tu piel, tras nuestro primer beso,
dejó aquella textura de corteza de árbol joven
y se ha convertido en el manjar de mi vida.
Y tu aroma y tu sabor...
tu aroma y tu sabor...
sencillamente superan
el sabor y el olor del maracuyá...
-Eso es bueno?
-No. Eso es perfecto.
Para mí el amor es amarillo.
Una dama vestida con capa blanca de bordes dorados.
Una hermosa niña de sonrisa esplendorosa,
de distraída mirada, alegre,
y con la voz tranquila y sabia.
Vos sos como el sol, amarillo.
Tu olor y tu sabor, como el maracuyá,
son de este color y vos le superas por mil...
Y el silencio recorre las sonrisas,
los juegos, las luchas,
los viajes, amaneceres, y lunas.
Recuerda tu cocinar, el mío.
Las canciones, las pinturas, los dibujos.
Cuentos, títeres, libros
y miles de palabras plasmadas en la piel,
en las paredes y en los espejos...
-Te amo- dije...
y el silencio recorrió mi memoria
y la espera a una respuesta llegó fría, pálida,
y culminó tras eternos segundos con solo tres palabras...
-Por favor, cuídate.
2006-01-10 |