Hay días en que la soledad me asedia,
y la tristeza acompaña a mi soledad.
Ella, mi soledad, no está sola,
y su compañera entra en mi vida de a pocos sin que yo me dé cuenta.
La tristeza me hace sentir que el cordón que me unía al mundo ya no existe. Que no existió ayer, que no existió hoy y no existirá mañana.
Que no lo había cuando apareciste, que no lo hubo cuando ya no estabas, que no lo hubo antes de nacer.
Que desde ese entonces sólo la tristeza y la soledad me acompañaban.
Hoy creí verte en la distancia.
A veces escucho tu voz, siento tu aroma y percibo tu figura. Pero comprendo que no estás cerca y que el infinito número de espejos y pasillos me aleja más y más de tu morada.
Un demonio acosa mi mente.
La soledad y la tristeza son dos lastres que llevo incrustados en mi pecho. Dos heridas punzantes que no cesan de sangrar.
Mi demonio tiene cuernos, y estos dos me recuerdan que más allá de la plaza y el cielo, de sus obstáculos,
estás vos.
Tu recuerdo se hace lejano,
incomprensible, intocable, inconmensurable, inacabado,
inalcanzable, insípido, impensable, inapreciable,
falso, fatuo, irrealizable.
Hay días en que creo verte,
pero a lo lejos
desapareces...
(2005-06-28) |