Escondido en la celda oscura el perro muerde fervorosamente la mano lánguida y displicente que le diera bocados de ternura Infeliz can, preso de tu negrura roerás y engullirás demente en un crepitar mortal y silente los últimos huesos de la agrura Me escupirás, tal vez, unas uñas y se me incrustarán en los ojos sumiéndome así en la penumbra Perverso ser, no saldrás, aunque gruñas serás puesto tras perpetuos cerrojos donde la salida no se vislumbra
Texto agregado el 10-01-2006, y leído por 168 visitantes. (1 voto)