"Estábamos solos en mi casa, no había luz, nada más velas y dos personas- empiezo el relato frente al silencioso abogado- “estábamos terminando lo que habíamos empezado hace algún tiempo. En el living a oscuras sólo lograba ver sus ojos tristes que trataban de argumentar algo que no tenia explicación lógica."
"Cuando lo peor había pasado, suena el teléfono: una fiesta en casa de un amigo nos esperaba a los dos. Yo no quería ir”- ¿por qué? Interrumpió el jurista- “mire, después de terminar la relación no quería seguir a su lado, creo que es comprensible ¿o no?” , el entendió de inmediato yo sabía que ella no lo entendió. ... “y, -seguí mi relato- como todavía yo hablaba en ‘nosotros’, cedí a su petición de acompañarla, nos subimos al auto, esa escena era realmente patética, la radio no lograba llenar el silencio que las conversaciones dejaban. Llegamos al lugar, todo era alegría, había que ponerse la mascara, separarnos y hacer lo que nos plazca, ya sea emborracharse o llorar las penas con un amigo, quizás simplemente disfrutar el espectáculo. La casa era de un piso, pero un sótano hacia del ambiente más ameno y novedoso. En la entrada no pudimos ocultar por mucho tiempo nuestra lejanía, aunque no éramos de la idea de estar todo el día abrazados y menos en los carretes, ese silencio que ya nos había incomodado, seguía presente en ‘nosotros’, nos iba convirtiendo en uno, distinto del otro. En ese momento pensé que sería posible divertirse sin que afloraran los gritos de mi interior, esperaba que lo conversado en mi casa fuera una ilusión. Lo que realmente pensaba no puedo ni mencionarlo en esta conversación, me da asco."
“¿Por qué te da asco?,”- me comenta el carismático abogado- “no debes guardarte nada si es quieres que esto funcione. Es necesario, que tú logres llenar todo, es precisamente los vacíos que hay lo que hace que tu caso sea digno de la corte”. Hice caso omiso. Miro su hoja, está llena de anotaciones. “¿Qué escribe?”- pregunto como para desviar el tema; no hay palabras- Comprendo que sabe lo que estoy haciendo, pero no me dice nada, no me quiere juzgar. Ante eso, respondo con sinceridad: " ella quería que la fuera a dejar a su casa para ahorrarse la locomoción nocturna, que siempre trae problemas para un viajante solitario". El asiente con la cabeza y me mira con ganas de seguir escuchando.
"Todo iba bien hasta que la veo hablando calurosamente con un tipo, conocido, pero no lo bastante para que me guardara cierta lealtad. Miré desde la escalera que da al sótano, ellos estaban abajo. Cariñosamente el le toma la mano. Con el alcohol moderado en mi sangre, sentí un golpe en mi pecho, lo chistoso es que ese dolor siempre lo sientes más atrás que el corazón”- en realidad era como si saliera de mi espina dorsal, no es un sentimiento, es un instinto humano-. “Así empecé a seguirlos, como un cazador a su presa, ella no podía hacer eso, menos estando yo presente, menos esa noche, la ultima noche. Subieron se tomaron un trago, bailaron, hasta que él la acompañó a esperar la micro para irse a su casa. Creí que era una exageración seguirlos en la calle. Me detuve en la puerta, más no pude contener mi dolor. Iba lejos de ellos, pasé inadvertido, gracias a dios, nada paso. El volvió a la casa, yo lo esperaba en la escalera, con un cigarro, sentado. El bajo y fue a abrazar una chica. Yo me acerqué a él y lo encaré le dije unos cuantos garabatos, que es lo que se creía el concha’su madre, le voté el trago que tenía en la mano y empezó la pelea. Yo lloraba mientras lo golpeaba. En realidad nunca he sido bueno para pelear, y esta ocasión no era la excepción, recibí más de lo que di pero el se gano un viaje por la escalera que lo dejo un poco atontado, en ese momento fue cuando todos nos separaron y a mi me echaron de la casa. Amablemente me fui a dormir a mi casa sin oponerme a la decisión del dueño. Al día siguiente despertaba con mi madre pidiéndome explicaciones y los carabineros en mi puerta."
“Interesante-comenta el abogado- pero lo que me cuentas te deja como primer sospechoso. El niño amaneció muerto ese día, ¿qué opinas?” -me pregunta; pienso un instante- “mala pata”, encogiéndome de hombros y demostrando lo lamentable que me parecía el echo, aunque muy dentro mío me hubiera gustado ser el asesino de ese patán. “Si no hay más que quieras compartir, me retiro, un gusto conocerte”- me dice mi confidente defensor de un modo muy protocolar. Me levanto, un apretón de manos y de vuelta a mi celda.
Llegada la noche me llaman a la oficina del alcaide. Todo empezó raro: me quitan las esposas al sacarme de la celda, me llevan en dirección contraria al edificio administrativo, y al cabo de unos metros me dejan solo. No sabía que hacer, estaba oscuro, en medio del pasillo cinco, esperando algo. Parece que estoy soñando, me golpeo la pierna, nada, estoy muy despierto. Escucho ruido de autos, una ventana abierta, sin barrotes, me acerco a ella me veo ante la disyuntiva, escapar o no; podría ser una trampa, podría ser la oportunidad de seguir adelante con mi vida. Dejo de pensar y actúo, nadie me detiene, salto y corro hasta la reja, hay un gendarme que me abre el paso, todo es muy raro, estoy en la calle, no se que hacer, sigo mi huida hasta cansarme, me detengo, respiro, estoy afuera.
|