Seis de la mañana, Miguel somnoliento aun despertaba entre sabanas calientes al lado de su compañera de vida Maria. Mientras el preparaba el baño y hacia el café Maria aun se frotaba los ojos como intentando desempañarlos. Las seis con veinte decía el reloj, ambos con una taza de café y un cigarrillo en la boca tomando lo que decían ser su desayuno. Miguel tomaba el baño entonces mientras Maria salía a encontrar el periódico y revisar sus orquídeas. Siete de la mañana, Miguel subía al automóvil y ella preparabase para el baño.
Riendo llegaba Miguel a su consultorio, poniéndose la bata, probando el estetoscopio, riendo con su secretaria, riendo viviendo su sueño; el sueño feliz que siempre había vivido. Llegaba el mediodía y ahora mas que riendo Miguel seguía con una sonrisa cansada (y con la vista) al ultimo paciente que cerraba la puerta. Era la hora de almorzar, llegando al mismo café de siempre que estaba a diez minutos del consultorio y a siete de la universidad, Maria lo esperaba con refrescos humeantes de helados.
-¿Cómo te fue?- dijo el.
-Bien- respondió ella.
-¿Y a vos?
-Cansado
Una leve pausa y llegaban los dos sándwiches club que ya había ordenado Maria.
-Pásame la sal- pronuncio ella.
-Toma- dijo el pasándole el salero.
Entonces empezaron a repasar de nuevo los mil y un temas que siempre en todos los almuerzos repasaban, los mismos pacientes, los mismos alumnos y sus temas. Aquellos temas de los cuales Miguel no sabia, y le encantaba oír; Aquellas enfermedades de las que Maria no sabia pero le interesaban. Y así pasaban la hora comiendo. Como siempre dos platos vacíos acompañados de dos vasos y un cenicero sucio, y la propina. El tomaba su corbata, ella acomodaba sus lentes y agarraba sus libros. Un beso frió, una ultima mirada y hasta la noche.
Seria llegaba Maria a la universidad mirando a aquel vigilante que día a día la desconcertaba. Sonriendo ahora entraba en el decanato y buscaba su escritorio encontrándose con su cartel que decía “Catedrática”. Entraba entonces el primer alumno y sonriendo buscaba entre muchas carpetas y archivos las notas del curso, riendo nerviosamente el alumno del otro lado del escritorio (que para el parecía que media leguas) esperaba el alumno. Ella notaba algo en el que no podía decir que era pero le agradaba.
-Tenés cinco punto ocho- dijo ella
-¿Cómo puede ser, no podemos revisar la papeleta?- pregunto angustiado.
Entonces sacando entre mil papeles la papeleta del alumno dijo:
-Lo siento Gilberto no pasaste el ultimo examen.
Gilberto intentaba de todas maneras convencerla mas ella era firme, incorruptible como siempre. Se negó por última vez cuando se dio cuenta de que era tiempo de ir a impartir un curso. Riendo entro en el salón de clases, deposito los libros abruptamente y comenzó a enseñar, como siempre lo hacia, como le apasionaba. Lastimosamente no podía dejar de pensar en ese cinco punto ocho.
-Lo siento Sr. Gómez usted tiene cáncer- Dijo Miguel fijamente a los ojos de su paciente agobiado.- Es mas grave de lo que pensé y lastimosamente no hay ahora ninguna opción, talvez si hubiese venido antes.
-Entiendo doctor- Respondió el Sr. Gómez terminando de asimilar con sus ojos llenos de arrugas la noticia que acababa de escuchar.
-Tendrá ahora que permanecer en control
-¿Cuánto tiempo tengo doctor?
-Es un cáncer grave Sr. Gómez estará entre los tres y seis meses.
Una lagrima cayo entre sus pupilas ancianas, mientras volteaba la cara para ver a su esposa que escuchaba silente desde la otra silla. Al encontrar la cara de la joven esposa la encontró serena, imperturbable y hasta se podía decir que se veía sonriente entre la cara de preocupación que intentaba fingir.
-Gracias doctor- Dijo Nadia
-Al contrario- respondió Miguel- siento que haya tenido que oír esta noticia.
Termino el día. Se apagaban las luces del decanato, y Gilberto seguía en la oficina hablando con Maria. Era tarde hora de la cena, sonó el teléfono:
-Amor, tengo que quedarme un poco mas tarde en la clínica. Estoy atrasadísimo con algunas tablas.
-Yo también cielo, estoy en medio de una reunión.
El restaurante que quedaba a 6 minutos del consultorio y en el restaurante que quedaba a 5 minutos de la universidad. Miguel ponía la bata blanca en el asiento de pasajero mientras se bajaba de su automóvil. Maria pulsaba el botón asegurándose que dos de las puertas de su carro quedaran bien cerradas. Miguel se sentó, Maria abrió la puerta.
-Para mí una ensalada.
-Yo querré el pollo.
Una pausa incomoda y se reanudaba la conversación. Los temas son difíciles yo se. Ahora fue un día triste para muchos pacientes. Al cabo de cinco minutos Miguel y Maria reían, gozaban. Miguel se inclino para agarrar la sal. Maria llevo el pimentero a su mano. Maria comiendo su ensalada, Miguel también. Había terminado la cena. Miguel cerro la puerta de pasajero, teniendo cuidado de no maltratar su bata. Maria entro y encendió el motor.
-Espero estés bien ya Nadia, no sabia que te habia afectado tanto la noticia.- dijo Miguel riendo.
-Espero este bien usted en su casa Doctor- pronuncio Nadia- Lo estare esperando para darme el duelo cuando muera mi marido-
-Aqui estare- pronuncio Miguel un poco confundido y sin comprender.
-Y su marido- pregunto Gilberto.
-No tiene que darse cuenta- rió Maria expulsando humo de su boca. Y riéndose los dos salieron del motel cerca de la universidad y aun mas cercano del restaurante a cinco minutos del consultorio.
-Que día- dijo Miguel, mientras besaba en el cuello a Maria.
-Si muy cansado- Respondió Maria mientras encendía la regadera.-Me voy a bañar
-Esta bien ¿Te acompaño?
-No, estoy cansada.
-Esta bien, te espero en la cama- dijo Miguel sonriendo.
Once de la noche, buenas noches dijo Maria, mientras Miguel se guardaba las ganas riendo. |