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Trataba yo de secar sus lágrimas cuando una de mis uñas le rozó el rostro llegando a mostrar otra capa de piel. La sangre en pequeñisima cantidad se dejó ver y con ella salieron a flor de piel nuestros eternos e inquietantes deseos. Así fue como comenzó nuestra expedición a un mundo donde solo lo extrasensorial puede sobrevivir. En uno de sus besos nos fuimos mordiendo los labios al punto de sacarnos sangre. Al sentir ese conocido sabor en mi boca, despegué mi rostro del de ella y entonces supe que nunca dejaria de amar a aquella mujer que me sonreía con cierta verguenza, aquella mujer a la que había vuelto al lado oscuro de la existencia, aquella mujer, vampira entre mis brazos. Noté su yugular sobresaltada y allí fuí a dormir mis colmillos. Sentí como le roían la piel de par en par, entre carnes se hacia espacio el elixir que yacía en mi boca. Sus gemidos más de plácer que de dolor me hacían transportarme a un lugar entre la cordura y la depravación, a un lugar que me excitaba de solo pensarlo. Le corría ya por sus pechos el rojo de mi travesura empujándome cada vez más hacia aquellas dos bellas rosadas areolas que me iluminaban como soles que creí haber olvidado con el tiempo sin verlos. Bajé mi boca hasta aquellos faroles que morían escondidos con un rojo pasión, con una roja muerte. Mi lengua temblaba al depositarse sobre la sangre que escurría por sus senos justo en el momento en que sentí una mordida en mi clavícula. El dolor provocó que me contrayera y mis dientes se cerraran como una trampa. Ella produjo un grito exasperado que ahogué con mis manos en su boca. En sus ojos logré ver el miedo que aún le consumía, me transportaron a aquella noche oscura en que nos conocimos, aquella noche donde el miedo que me tenía era más grande que sus esperanzas de vida. Ahora me miraba de la misma manera, pero ahora no era miedo, era una percepción mucho más mortal que el miedo, era el amor. Ella me amaba, de eso estoy seguro y hasta me convencía en ocasiones de que su amor por mí era más que mi necesidad de ella. Su mirada envuelta en ese ardor provocado por la candente sensación que la motivo a morderme donde me provocaría dolor, fue la misma mirada que me hizo perdonarla al instante, no podía culparla pues era su primera vez. Aguanté la respiración unos segundos para que la arteria lograse verse aún en la oscuridad y en solo un instante ella clavó sus afilados dientes en ella. Sentí la erupción como un torrente de agua en un río embravecido y mis ojos se fueron a blanco; solo por unos segundos. Enseguida ella desnudó mi espalda y mi torso, clavó en cada lado sus uñas de garfio. La sangre corrió mi espalda hasta morir en mis boxerbriefs que ella misma me había comprado. Osé entonces en desnudarla por completo y ver en su totalidad su frágil y desde ahora oscuro nuevo cuerpo. Parada así junto a mí, sufrí la metamorfosis que ella sufrió por mí, solo que en sentido contrario. Abordé la carabela que ella había abandonado en la vera, aquella que había usado para navegar del miedo al amor y parado en la proa encayé de golpe en aquel arrecife llamado miedo. Fue una de esas sensaciones a quienes algunos llaman premoniciones de que sería la última vez que dibujaría con mis manos su celestial cintura. Si hubiera estado bajo mis cinco sentidos hubiera sentido escalosfríos, naúseas y hasta titubeos del alma para salirse del cuerpo. Solo sentía una pena que jamás existirán palabras para poder describirla. Acerqué mis manos a sus senos cubiertos de sangre mezclada con sudor, coloqué mi cabeza entre ellos como queriendo oir los latidos de su corazón y ella dejo morir sus brazos en mis hombros enredando con ellos mi cuello, jugando con mi cabello, haciéndome saber que ella ya sabía tambien lo que nos esperaba. Nos entregamos a nuestros deseos más intensos, dejamos correr la sangre, el sudor y el amor entre nosotros. No nos importó el dolor ni el inminente efecto que se volvía causa cada segundo que pasaba. Eramos entonces dos vampiros enamorados, haciendo el amor entre un charco de sangre. Eyaculamos ambos exhalando nuestro último suspiro de vida, quedándonos allí puestos uno encima de la otra como dos juguetes del mismo Dios o de su más estimado enemigo. Dos estatuas de mármol cubiertas de sangre en honor al amor que nunca muere, a ese que a través del tiempo sobrevivirá de boca en boca incluso en la de aquellos que no saben nada excepto nuestros nombres. Nos convertimos en el Romeo & Julieta del mundo oscuro, vampiros en nuestros deseos, humanos en nuestras carnes. Nos diferenció nuestra voluntad a aquel par que no tuvieron oportunidad de saber su última ocasión. Nuestros ojos permanecieron cerrados eternamente pero menos tiempo del que permanecieron juntas nuestras manos y en deuda nuestras existencias. Ella me amaba al punto que me entregó su vida, yo la amaba al punto en que le entregué la mía, y en la mañana, con la salida del Sol, nos volvimos polvo y al polvo fuimos a parar viajando con el viento y en el tiempo hacia el más allá.

Texto agregado el 09-01-2006, y leído por 1466 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-01-2006 BELLISIMO FINAL MIS 5* boddishavtta
 
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