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Diaporama
Diapo1
Había permiso para cobrárselas. Por eso aquel día todos vieron al Juan Olave subirse al enorme impala con la cara de loco y la vena del cuello hinchada como una anaconda. Le gustaba fumar Hilton rojo para aquietar el nervio. Aquella vez fueron sin filtros, y de los sueltos porque a esa hora no hubo donde comprar una cajetilla. El gañán iba en busca del infeliz, sólo, sin acompañante.
Diapo2
Antes de tomar la avenida Bonilla, el hombre se detuvo en la botillería del malecón; los perros le ladraron como a un forastero. Minutos después el esófago le ardió más que su propia rabia; a esa hora los semáforos ya titilaban descontrolados. El infeliz al que iba a buscar, le anduvo rondando a la Rosario, su mujer; así le habían dicho la otra noche en la cantina los otros sabuesos.
Diapo3
Aceleró. El zapato en el pedal se hundió como un plomo. El latigazo del orgullo lo partió en dos mitades y el canto de las ruedas en el pavimento rompió el silencio de hielo. Cada vez que los milicos lo controlaron en el trayecto, tuvo tiempo para mandarse otro sorbo de ron nacional. El Olave era muy gentil y regalaba a todos los soldados de la guardia, cigarrillos para el frío, incluso se daba tiempo para prendérselos desenfundando su añoso zippo.
Diapo4
La Rocío Durcal sonó en la radio. Fue un cuchillo en las venas; la chispa que encendió el brasero de su alma. Llevaba un mes sin hablarle a la Rosario. La noche que la sorprendió bailando con el infeliz, esa misma noche, le astilló dos costillas. Ahora dormían separados.
Diapo5
Frenó. De la guantera del opala sacó la carpeta con el papel membreteado que condenaba al infeliz. -‘¡Comunista de mierda, y más encima barretinero de la célula, el rechuchaesumadre; ahora sí que se va a recagar!’- se dijo el Olave mirándo el espejo retrovisor de fondo rojo. Por eso la noticia le cayó del cielo; por eso fue personalmente a pedirle autorización al teniente de la guardia. En el cuartel siempre se sorteaban al dominó las órdenes de detenciones, pero aquella vez el nombre del infeliz en el encabezado de la resolución, rompió la regla. Antes del frenazo y el grito escandaloso de los mastines, el hombre puso la baliza.
Diapo6
Bajó la cuesta transpirado y con los ojos rojos. En el piso, entre frenos y palancas, el corvo plateado se le mostró como el corazón vivo de una sandía.
Diapo7
Días atrás, el infeliz anduvo metido entre las piernas de doña Rosario, como quién divisa un mecánico dentro del pozo, muy afanado en buscarle el arreglo al motor. El finado en vida aprovechó las protestas para justificar sus ausencias. En el comité central todos los jerarcas supieron de sus arrancadas y su adicción por el alcohol y la marihuana. Tenía el ego del porte de medio planeta y la lengua de un predicador. Era un encantador de serpientes. Para todas ellas Lenin era un afrodisíaco; Marx apenas era útil con algunas, las más mayorcitas, por su complejidad. De todos modos la Rosa Luxemburgo servía para el remate; la teórica del marxismo siempre fue el gatillo de las piernas al hombro, la felatio in oris y los senos por la cara. La mayoría de las mujeres colapsaban al conocer la templanza y la lucha de la compañera Luxemburgo. Sólo las más calientes tenían acceso a los cuadernos de Gramci, solamente aquellas compañeras que fueran capaces de soportar la clandestinidad y estuviesen dispuestas a guardar el secreto, y las hubo eh!, una de ellas fue la Rosario, la última que tuvo.
Diapo8
¡A la mierda el Juan; a la mierda diosito y a la mierda Pinochet! – así pensó Rosario la primera vez que terminó enredada con el Ramiro. La vida la arrastraba en el trayecto de vuelta del péndulo. Ahora le gustaba Silvio Rodríguez y el ‘Pato Mans’. Siempre andaba con sus casettes en la cartera, los llevaba consigo y se los ponía al Ramiro cuando se escapaban a la playa por el día. En la noche volvían antes de los noticieros para estar en casa cuando el hombre llegaba. Tarde fijaba su mirada en el techo y se ponía otra vez a pensar en él; en sus nalgas contrayéndose en el sudor, en lo bonito que hablaba cuando iban de paseo por ahí.
Diapo9
Primero fue como un pinchazo, después vino la muerte. Su verdugo se presentó sólo y sin avisar en medio de la noche. Parecía un chiste, luego no lo fue. No lo fue cuando le meó la cara, ni cuando sintió el primer balazo. Tendido todo moribundo en el piso de una madera húmeda, Ramiro vio venir al diablo con un corvo en la mano. El miedo lo sacudió fuerte. Luego todo fue un ahogo hasta el último halo de vida. Luego todo vino a ser, digamos que más orgánico que espiritual. El alma murió antes con el susto, quizás cuando la ampolleta brilló con apenas 40 watts en el filo de la hoja.
Después de verle los ojos a su verdugo el infeliz sintió la muerte cruda como ceviche, e igual de ácida. La sangre sobre sus dientes y la mirada fija para siempre.
Diapo10
El degüello sacudió la conciencia del pueblo. Por lo visto la dictadura no cesaba en su afán represor. Si hasta Mandela solidarizó con la familia del compañero abatido en la lucha, mediante una misiva que se leyó en el entierro que se organizó en el Cementerio General. Aquel día se decretó estado de sitio en todo el territorio insular y peninsular antártico. Los servicios de información de la dictadura echaron a correr la noticia de un supuesto enfrentamiento entre células del mismo bando subversivo. Hasta hoy el alto mando no ha dado explicaciones satisfactorias a la nación por este crimen de lesa humanidad.
La dictadura entonces se había transformado en una dictadura militar, fascista y sin principios...
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Texto agregado el 09-01-2006, y leído por 484
visitantes. (5 votos)
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Lectores Opinan |
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11-03-2006 |
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Genial... que facilidad de palabra. Un abrazo. Thais |
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16-02-2006 |
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Has manejado las palabras y las frases como quien mueve el pitillo entre los dedos, con soltura y confianza.
He podido ver o visualizar, mejor dicho, las escenas completas, todas; pero esa sangre en los dientes que se espesa me ha conmovido. Todo el cuento es de calidad literaria y rindo mis cinco por él ***** graju |
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10-01-2006 |
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jajaja (ay¡ bue ... ya no más, espero que hayas entendido algo, jajaja Dios¡) qué terrible mecanógrafa que soy¡ amay |
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10-01-2006 |
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nan... (perdón, la palabras medio holgazanas que se quedaron a medio camino: encadenan unas a otras). =) Listo¡ (ud disculpe, esta mugre premura por comentar no deja nada bueno) amay |
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10-01-2006 |
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Yo me permitiré, lejos de lo que ya han comentado anteriormente sobre el tema, decir, que me parece un acierto plantear el texto haciendo uso de diapositivas, por lo que éstas remiten, por los silencios que encaden una o otras, por la frialdad en las imágenes, por su inmovilidad... dado que, con esto cierras un círculo que dibujaste perfectamente desde el principio, le das peso a es fondo desgarrador y le agregas además un efecto de "casi" percepción ... "casi", por que eres el hombre que conduce el despeñamiento, la cólera salta, el ojo y la mirada se agudiza, un soplo de indignación llega... son estos sentidos los que se abren, tu texto duele. Diapo... no todo está dicho aún. Diapo... hay que rescribirnos desde tu texto. Así… fríamente, inmóviles… sucediendo uno dentro de si mismo y preguntándose : pero… ¿es que es posible que esto sea una realidad completamente tangible? Duele, ¿verdad?
amay |
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