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“el circulo de la vida”

Una pena horrible los invade. Dos familias sollozan alrededor los ataúdes que contenían los restos de Emilio Solorza, un padre maravilloso, un abuelo generoso y un carismático hombre al cual todos adoraban; junto a él se encontraba Jorge Sepúlveda, un esposo maravilloso y un excelente amigo. Sus respectivos hijos les lloran, y en un acto sombrío y lúgubre, emprenden una caminata por las calles de la ciudad.
Al ir caminando por la calle los amigos sollozan a sus seres queridos, mientras que todo lo que veían parecía recordarles aquel terrible acontecimiento que los acongoja.

Al terminar la cuadra, pueden ver a un par de ancianos que intentan cruzar la calle, éstos al no poder evitar acordarse de sus padres, los ayudan a cruzar la calle. Al llegar a su casa, no encuentran mejor solución que drogarse para poder anestesiar el dolor que los invadía. Una pastilla que los deja con una euforia inexplicable es la excusa para irse de parranda esa misma noche.

En medio de la fiesta, y luego de probar drogas varias y tomar alcohol a granel, conocen cada uno a dos muchachas que resultarían ser sus futuras esposas. Como luego de un pestañeo, de estar bailando en medio de la fiesta, pasan a estar las dos parejas en el altar, ya con el notorio paso del tiempo en sus caras.

La ceremonia se realiza con toda normalidad, y no es sino hasta cuando el padre dice “hasta que la muerte los separe”, que luego de otro flash, están ambos amigos en el hospital esperando al primogénito de uno de ellos. “Es un hombre!” –exclama el doctor que nunca se ve- un abrazo demuestra la felicidad del nuevo padre. Cuando por fin lo puede ver, la mirada del padre se queda incrustada en la pupila del neonato, y como entrando en ella puede ver a su hijo ya crecido, con su mejor amigo de parranda reciben a su único nieto.

Los dos amigos ya con el paso del tiempo bien marcado en sus cuerpos, disfrutan de una cerveza en el bar que albergaría sus noches de juventud, cuando emprenden la marcha a casa, el auto que se encargaba de transportarlos parece no responder tras una noche de juerga como de antaño; el choque es devastador, y queda muy poco de sus cuerpos tras el accidente.

Tras otro flash, las dos familias sollozan alrededor los ataúdes que contenían los restos de Pedro Solorza un padre maravilloso, un abuelo generoso y un carismático hombre al cual todos adoraban; y de Felipe Sepúlveda, un esposo maravilloso y un excelente amigo. Sus hijos les lloran… con una palmada en el hombro, se alejan para emprender una caminata por la ciudad.

Texto agregado el 09-01-2006, y leído por 120 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-01-2006 La idea es original, en ella vemos como la vida se repite y se repite cual pescadilla que se muerde la cola moxima
 
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