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Mi Guía Turístico de Varanasi

Varanasi es una de las ciudades más viejas del mundo. Dicen que hace mas de tres mil años una tribu perteneciente a una secta hindú que veneraba al sol decidió quedarse en esa zona a orillas del rió Ganges, no tengo claro aún porqué escogieron este lugar.

A las cinco de la mañana salí de mi habitación para dirigirme cubierto aún por la penumbra de la neblina hacia uno de los ghats (gradas que dan al Ganges) para montarme en uno de los botes y desde él observar el mágico amanecer. Desde el otro extremo del rió dirijo mi mirada de regreso a la ciudad de Varanasi, antiguamente llamada Benares(ciudad de las luces), mágica y misteriosa esta se despierta mientras la bañan los rayos de Surya, el Dios sol.

El botero me dice que la observe con cuidado y me pregunta,

-¿Que forma le parece que tiene?

Yo no reconozco nada, y dirijo mi mirada al punto donde se unen el río con la ciudad, el agua con la tierra, lo divino con lo mundano, la vida con la muerte, y en ese punto reconozco una forma de media luna. Los rayos del sol alcanzan esa orilla y el pueblo se va pintando con un color oro brillante, que hace que esa ciudad que esta diariamente llena de basura y miseria se aprecie con un halo de luz espectacular similar a la luz que recubre a los santos y los ángeles.

El sol y la luna se unen en sagrado acuerdo, imagen que dejaría a cualquiera en silencio, y en ese silencio yo puedo especular las cosas que sucedieron hace tres mil años.

En mi vida nunca he estado en una ciudad tan vieja y tan compleja de entender, a través de confusos callejones se ha tejido este pueblo, callejones que la convierten en un laberinto donde hasta el más experimentado conductor de biciriskshas(bicitaxis) tenga que hacer un esfuerzo para orientarse. De esquina a esquina tengo que preguntar con mucha frecuencia la dirección para poder llegar hasta el río que es el mejor punto de referencia para tener alguna noción de los puntos cardinales.

En esta ciudad se mantiene la tradición que consiste en quemar cuerpos de cientos de hindús que han venido acá para quemar karma y acabar con el ciclo de vida y reencarnación. Como doscientos cuerpos al día son transformados en cenizas aproximadamente en tres horas y media, para dejar de ser a cada segundo menos carne y mas espíritu. El botero me explica que a las mujeres normalmente les queda la pelvis sin quemar, y a los hombres parte del torso, restos que son lanzados a las profundidades del río. Cinco tipos de cuerpos no son quemados por distintas razones, mujeres embarazadas, niños, santos, malaria, y los picados por una cobra. Como quinientos kilos pueden ser utilizados para la cremación, la madera depende de la casta de la persona, su bolsillo y su santidad, determinando este si se utilizara madera del árbol de mango, bonyano, o sándalo (solo los santos se les da este privilegio y los ricos que pueden pagarla).

Hoy descubrí una técnica eficaz para evitar andar deambulando perdido entre los callejones...

En la tarde andaba tratando de regresar hacia el lugar donde estoy hospedado, cansado de preguntar cada diez pasos en que dirección seguir me senté a tomarme un chai(te de hierbas típico de la India) y en eso escuche el canto fúnebre de los que cargan al muerto en dirección del fuego sagrado de los crematorios...

- Ram, ram, ram, rammmmmm,

Con diferentes tonos y ritmos para mantener despiertos a los dioses y el alma fugitiva del difunto.

Me levante enseguida cuando los vi, de inmediato por los colores que cubrían el cadáver reconocí que era una mujer de edad avanzada(por estar cubierta por telas doradas, los hombres son cubiertos de blanco, los niños de rojo) y me acorde que se dirigían hacia el río, de esquina a esquina les comencé a seguir los pasos de cerca, tan cerca que le veía los pies a la mujer que yacía inerte en la camilla echa de bambúes, de callejón a callejón me mantenía atento a corta distancia, me les uní en el coro para que reconocieran en mi cierta empatía.

- Ram, ram, ram, rammmmm

Aceleraron el paso y casi los pierdo en una curva, pero las voces eran claras y me indicaron en que dirección dirigirme. Aquel cuerpo inerte se convirtió para mí en lo que puede ser la Osa Mayor para un navegante perdido en altamar. Llegamos a la orilla del río donde a mi guía lo esperaban 340 kilos de madera del árbol de mango y pude ver de nuevo al igual que en la mañana al sol, ahora poniéndose a lo lejos deslizándose para desvanecerse entre las montañas, la oscuridad y el frió se esparcía sobre la superficie del río, las paredes, las gradas, y mi cuerpo.

Cerca del fuego el calor me mantenía confortable.

Texto agregado el 09-01-2006, y leído por 137 visitantes. (0 votos)


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