CARBÒN
Habìa fiesta ese dìa en la casa del puestero. Los dueños de casa la habìan organizado para festejar la llegada al mundo de su primer hijo varòn al que llamaron Roberto como su padre.
Los pocos vecinos de los alrededores estaban invitados como tambièn el patròn, dueño de esa importante extensiòn de campo, que por otra parte habìa sido distinguido con el tìtulo de Padrino como era la costumbre ancestral.
-Cuente con mi regalo, cuando llegue a mozo puede elegir un caballo de mi tropilla.
-¡Gracias patròn!
Roberto entonces creciò en el campo, entre sembrados, cañaverales, àrboles y caballos de ese haras dedicado a la crìa de equinos de carrera. Realizò sus estudios primarios en una escuela rural cercana y cuando llegò a los quince años fue empleado en el lugar, como lo era su padre. Un dìa èste le dijo.
-Cuando tu naciste el Patròn te regalò un caballo. Creo que es tiempo que se lo recuerdes.
-¿Un caballo padre? ¿Lo podrè elegir?
-Mira Roberto, acà decimos que a caballo regalado no se le miran los dientes, así que, deberàs conformarte con lo que disponga tu padrino.
Y allì fue Roberto ilusionado a reclamar su regalo de nacimiento.
-¿Caballo, què caballo?
-Mi padre me ha dicho que usted lo prometiò cuando nacì.
-¡Bien, mocito, elige uno de los potrillos, pero recuerda que lo deberàs criar tù!
-Cuidarlo, enseñarlo, domarlo y sobre todo alimentarlo y darle todo el cuidado veterinario que necesita. Cuando encuentres el que te gusta, me avisas.
-¡Gracias padrino!
El asunto ahora era cual elegir. No deberìa hacerlo entre los pura sangre, eso para èl estaba vedado, tendrìa que conformarse entre los potrillos mestizos, no sea que el patròn pensara que èl se aprovechaba de la situaciòn.
Un dìa, por la tarde, encontrò una yegua en el campo que estaba pariendo con gran dificultad. Presuroso llamò a su padre y entre los dos lograron ayudarla para que nazca el potrillo. Estaba dèbil, no lograba pararse. Al final con su ayuda lo logrò.
¡Èste serà mi pingo! -Se dijo. -Y lo llamarè carbòn- ya que su color era negro como la noche màs oscura que jamàs hubiera visto.
Le avisò al patròn y èste le dijo.
-Ese potro es hijo de una yegua mestiza, pero de un padre de pedigrí que se nos escapò una noche y anduvo haciendo de las suyas por el campo, asì que si sale bueno para correr, nunca serà totalmente tuyo.
Roberto que le habìa ganado cariño al potrillo, solo dijo.
¡-Està bien patròn!
Roberto encontrò un gran amigo en Carbòn, siempre andaban juntos, salvo cuando se hizo màs fuerte. Era un potro salvaje, corrìa por el campo siempre delante de los demàs potros como señalando el camino, no habìa dudas que tenìa sangre de carrera en sus venas.
Un dìa el patròn le dijo.
-Es tiempo que lo domes,
Entonces Roberto con infinita paciencia comenzò la tarea. No le gustaba la forma que tradicionalmente lo hacìan en el haras y que èl entendìa que provocaba sufrimiento a los animales. Comenzò a hablarle cariñosamente, luego hacerlo trotar en el agua, posteriormente acostumbrarlo a las riendas y por ùltimo intentò montarlo. Carbòn lo aceptò con toda naturalidad.
Trotando muy suavemente lo llevò a la casa.
-¡Patròn ya està domado!
-¡Bien, desde mañana lo haces correr en la pista!
Al dìa siguiente lo llevò a la pista del haras, pero cuando se acercò el jinete que harìa de jockey, Carbòn relinchò y se parò en dos patas en señal inequìvoca de rechazo por la inminente monta de un desconocido.
-¡A este caballo hay que castigarlo, aun le falta doma! Dijo el patròn.
-¡Noo, si conmigo es muy mansito!
-¡A ver mòntalo tù y hazlo correr!
Carbòn no corriò, volò màs ràpido que el viento. Sus cascos apenas tocaban el suelo y daba la sensaciòn de ser un bailarìn de valet corriendo en puntas de piè.
Pasò frente a los que lo cronometraban como una sombra errante.
-¡Fantàstico! Dijo el patròn- Este caballo es una fija.
Corriò su primera carrera al domingo siguiente. Roberto tuvo que frenarlo para que su triunfo no lo fuera aplastante. Luego de tres carreras màs, en las que triunfò lo anotaron para correr el Gran Premio Nacional.
Roberto se vio abrumado, debìa primero examinarse como jockey para poder conducirlo, pero pasò la prueba exitosamente gracias a la experiencia de haber vivido toda su vida entre caballos y con el patròn eligieron los colores de la chaquetilla. Como no podìa ser de otra forma su color preferido fue el negro.
¡Y llegò el dìa del Gran Premio!
El hipòdromo rebosaba de gente entusiasta, algunos corriendo par realizar las apuestas de ùltimo momento, señoras ataviadas con sus mejores galas, burreros con prismàticos que seguìan las carreras con entusiasmo y proferìan gritos de triunfo en la tribuna cuando algùn caballo por el que apostaron les daba la posibilidad de hacerse de unos pesos, gente muy elegante en la tribuna principal presumiblemente dueños de caballos o de haras, entrenadores, criadores y mirones. Todo ese espectàculo a Roberto lo deslumbraba.
Cuando llegò la hora del Gran Premio, Carbòn se mostrò algo nervioso en el paseo previo, Roberto lo atribuyò a la gran cantidad de pùblico que habìa observando, pero se preocupò cuando se mostrò indòcil cuando el partidor lo llevò a la gatera.
¡¡Y largaron!!
En los primeros cuatrocientos de los dos mil metros de la carrera Carbòn marchaba primero, con dos cuerpos de ventaja, al pisar la señal de los ochocientos era de tres y de cuatro en los mil quinientos, luego se parò.
Se viò a Roberto apearse del caballo y observar detenidamente la pata delantera izquierda.
-¿Què pasò? Preguntò el patròn cuando Roberto llegò caminando con el caballo de tiro.
-¡Se mancò! Me parece que pisò algo que lo lastimò
El diagnòstico del veterinario fue concluyente, Carbòn no volverìa a correr nunca como lo habìa hecho. Es màs dijo que su lesiòn era irreversible.
El patròn citò a Roberto.
-¡ Tengo una triste noticia, hay que sacrificar a Carbòn!
Roberto volviò a su casa sumido en el llanto y la desesperaciòn.
A lo pocos dìas escuchò esa canciòn. Luego fue a comprar el CD y se lo llevò al patròn. La canciòn decìa.
Como pretenden que yo....
que lo cuidè de potrillo,
clave en su pecho un cuchillo
por que el Patròn lo ordenò.
Dèjelo no mas pastar
haga caso mi consejo
que yo lo voy a enterrar
cuando se muera de viejo....
Tortuga
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