Él sentia la incomodidad en el ambiente. Era altamente probable que los otros padecieran su misma situación. Cayó en la cuenta de que los demás estaban intranquilos, no tenían una actitud como la suya, ellos parecían más libres. Los envidiaba mientras conversaban, comían, dormían o reían. Así como pasaba el tiempo se retraía más, él era incapaz de ser como los otros ¡estaban tan distanciados!.

Miró a su lado y vió a otro, éste era tal cual el resto, pero la cercanía física lo ponía a su alcance. Su ánimo vaciló, su razón no lograba centrarse en su objetivo, tenía miedo, el extraño sujeto que lo acompañaba estaba dispuesto para él, lo atraería a ese nuevo mundo, la corriente lo arrastraría cuanto fuera necesario ¿podría abandonarse, entragar su voluntad a la masa?

No, no lo haría. Menos sus principios que su temor lo ataban a su condición actual, era tan cobarde que ni el más sinverguenza de sus tan distantes compañeros podría llevarlo a ese otro estado.

Pasaron los últimos segundos de la clase, y él abandonó la sala sumido en la más profunda preocupación.