Cuando me levanté encontré la solución a mi problema, y es que no hay nada ante una pesadilla como el despertarse. Bueno, es hora de buscarme un nuevo piso, me dije, Ya ves, me contesté, Siempre igual, pero qué le vamos a hacer, no.
Preparé la maleta, cuatro cosillas de nada, pero siempre incómodas por separado, la dejé en el pasillo recibidor de la casa, previo aviso de los inquilinos, Ya me pasaré a buscarla a lo largo del día, es un engorro cargar con ella toda la mañana, Ya encontraste piso, No, aún no. Silencio. Abro la puerta y me voy sin mirar atrás.
Mis últimos céntimos me impiden hacer una llamada, La llamada, Raúl, a una amiga-de-conocida a la que le lloro mi historia. Pero pronto se me olvida todo y decido cumplir a rajatabla toda premisa que preestablecí para conmigo en esos minúsculos instantes en los que pude pensar cuando abría la puerta, Raúl, compórtate sereno o te volverás loco, en la calle se vuelve uno loco, y lo sabes.
Salgo de nuevo a la calle, reúno centimos con la vergüenza de pedirlos, manos en ristre, y vuelvo al locutorio.
No contesta. Mierda, calma, Raúl, o te convertirás en un nuevo personaje de poesía, no te lamentes, pierdes tiempo.
Sin tiempo para lamentaciones, me dirijo, ya en presente, a un ciber gratuito que hay junto al locutorio para revisar el correo. Y me pierdo entre líneas esperando una nueva esperanza; la puedo encontrar, sé que la puedo encontrar.
Abro el procesador de textos y tan sólo una página en blanco espera que divague. Bien, divaga, Raúl.
Empiezo a escribir y las palabras Le empiezan a salir solas; Cuando me levanté encontré la solución a mi problema, y es que no hay nada ante una pesadilla…
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