VODEVIL

Si pudieras darte cuenta Isabel, la quintaesencia de todo lo sentí ese día. No podrías ni siquiera imaginarte de qué manera te había encaramado, y sin embargo hoy solo eres una imagen fría e indiferente.

Tu mundillo ha devenido por última vez. Cielo rosa pálido. Lleno de brío y estupor me dirijo rumbo al encuentro de ése viejo fantasma.

Todo comenzó el día de la final de la regata, yo estaba taciturno escuchando la homilía de aquel grupo de personas conocidas sin conocerse. A lo lejos estabas vos, mirada sin destino, labios inútiles para esas orejas que te acompañaban.

Tomaste tu abrigo y en una actitud de cruda fineza, te dirigiste a la salida de aquel gentío. Camine hacia tu encuentro y me miraste sorprendida, como si me conocieras de algún sitio. Se te llenaron los ojos de lagrimas, me diste un beso cálido y suave en los labios y te fuiste sin despedirte. Me quede como un volcán a punto de estallar. No te seguí, pues a pesar de tener miles de incógnitas en mi cabeza, respeté tu partida sin entenderla.

Los años pasaron y hoy sin saber que hago parado, mojado por el amanecer, dueño de un amor severo, bizarro, puedo tener casi la certeza de que eras vos quien te habías equivocado. Tantos años, tantas incógnitas, tantos acertijos que me llamaban para ser descifrados. Y nada. Todo ese enredo de conclusiones y datos inclusos no condujeron a nada. Me acuerdo de los días en que me la pasaba soñando entre bambalinas y corazones de aserrín, a veces con la angustia del mar y otras con la furia del viento en la cima de alguna montaña. Todos esos personajes de diferentes épocas, diferentes países y hasta de diferentes planetas en las horas que el alcohol era mi carcelero. Todos ellos tomaban parte de las escenas más encantadoras y a su vez más desquiciadas. Pero hoy ya no más personajes de ensueño, ya no más inútil ardiente pasión. Me enfrento a está realidad dispuesto a soportarlo todo Isabel, a todo.

Entro a tu casa, están las luces apagadas. Una vela me llama desde una de las habitaciones, imposible que no sea la tuya. Entro despacio. Toco tu rostro arrugado como un pergamino lleno de firmas del tiempo. Toco tus manos, esas manos que conservan su fineza. Recorro tu figura maltrecha y no puedo aguantar la emoción. Salgo corriendo sin cerrar la puerta. Y aquí me encuentro cobarde, triste, sin todavía poder animarme a preguntarte que significo ése beso aquel día, ¿porqué me lo diste? ¿Por qué?. Odio tu ser. Odio tu existencia, y sin embargo amo toda aquella pasión infinita que gracias a ese incidente me hiciste sentir. No puedo preguntártelo. No puedo; si quizás te confundiste de persona, no lo soportaría nunca, tanto años inútiles, tanto tiempo perdido. Moriré sin saberlo, quizás en el otro mundo todas las cosas sean más fáciles, más simples, menos complicada que está insoportable vida.

LaLa