La lluvia torrencial se dejo venir de pronto, es la tarde del domingo, y como todo el tiempo hay mucha nostalgia en mis recuerdos, hay mucha melancolía a pesar de que ha pasado tanto tiempo. En tardes como esta, y sin ningún pretexto, bajo los peldaños de mi casa, abro el portón que da a la calle y me arrojo a los brazos de la lluvia, camino de uno a otro lado totalmente empapado, y bajo la mirada (lo sé) de vecinos que por esto me creen loco; después, confundidas la lluvia y mis lagrimas desando el camino, regreso a casa, me desnudo y me arropo.
Qué mas puedo desear que esta lluvia que moja mi rostro, qué esta ropa que me cobija luego, qué esta copa que calienta mis manos, y mi boca, y mi garganta, y por suerte, mi espíritu.
Qué más puedo desear…
¡Sí!
Que tú estuvieras a mi lado.
Volaste junto a mí, de lugar tan lejano.
Y anidaste, y te hiciste parte de mi sendero, sendero todo.
Y te hiciste hogar, y tierra, y cielo.
Y te volviste pan.
Y te amé en silencio.
Y te sorbí no sólo en mi conciencia, si no también en mis recuerdos, de allí tanta nostalgia.
Y te metiste no sólo en mi alma, si no en mis huesos, de allí tanta melancolía.
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