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Este año voy a cumplir 20 años. Ese descubrimiento fue lo más sorprendente en mucho tiempo. De repente me encontré imaginando que nacía hoy, pero conservando en mi cabeza todas las cosas que he aprendido. Nacería tocando cosas, pensando cosas, viviría más, por curiosidad, por ver qué se destruye, qué se arma... curiosidad, es todo, nada más, el mendigo en la calle quizás sea distinto.
De verdad que el weón es un parásito, dijose, intrigado el mentor del hogar. Mierda, suspiró, un año más, un paso en la tumba. No sintió ni pena ni gloria. Era como un saco de porotos roto; mientras avanzas, menos tienes. No conozco a nadie adicto a muerte a los porotos. Sería como entristecerse porque el paso del tiempo resiste las barreras de la lógica.
¿Qué no? El tiempo no existe, amor mío. El tiempo es algo inventado, es lo primero que se nos ocurrió para explicar el fenómeno del envejecimiento; del apasionante crecer y morir, evolucionar, procrear, ciclo del agua (etéreo). Ilógico totalmente, nada podía serlo más. ¿Un ente abstracto que transcurre hasta el infinito sin ser sesgado por ningún tipo de influencia pero que a su vez adhosa con su veneno todo ser con materia a excepción de quizá alguna fuerza magnética teórica que pueda tergiversarlo por energías cuánticas (no comprobado)? Por favor, aliens, llévenme.
Imposible que no se despeje cuando piensas lento y la cabeza se calienta como rea de concentración sin campo. Y miras por la ventana, inocente, en busca de quizás consuelo, y pasan los chiquillos con ropas de colores, y detrás el padre, la madre, las abuelas, y después su adultez y su inminente muerte y su alucinación final que les dijera: "Rayos, todo era verdad, que túnel más mono...".
Al final, es curiosidad de morir. O no curiosidad, aunque sí. ¿Te imaginas fueran cierta mil cosas? Los fantasmas existen, Buda se comió a Khali, Mahoma tenía una alfombra voladora, Atila era homosexual y fue el primer papa de la historia que desposó a un negro de Malasia... Si fuera cierto morir sería un acto agradable. Si fuera cierta alguna de todas las cosas que dicen; la luz; la elevación del alma; el hundimiento del alma; el universo azul odiándose en su paz armoniosa; todas menos la nada; morir reduciría una vida agnóstica al polvo del polvo, a la insignificancia más potente inimaginada por nuestros cerebros de 3 kilos.
Si fuera verdad que al morir desaparecemos, agotándose nosotros y nuestro deseo de estar, viniendo el barranco, la vida agnóstica seguiría siendo tan banal como antes; pero habría un gran detalle; cualquier otro estilo de haber existido se vuelve bufonesco e ingenuo, sarcásticamente prostituido. En fin. Sólo es un año más, unas palabras más, etcéteras. Fiestas del chivo, burros volando, perros sin cola huyendo a la tempestad más esotérica. Es como que me creciera una columna nueva o que nada de lo que vivo sirviera de algo (y pensar que tengo razón no ayuda en nada; y si digo que estoy equivocado me desilusiono de mi estulticia). Es verdad que puedo ser lo que quiera y que, absolutamente, mucho depende del empeño de la voluntad. El lío es que si de antemano piensas en que no valdrá nada, diablos, moriste antes de nacer, justo lo inverso que crea la religión. Es lo mismo que poner el helado en la paila y tomárselo con bombilla de mate, caliente, humeando el gusto, asqueroso.
Cuando pienso "asqueroso" me acuerdo de Jean Paul. ¿La náusea no era eso? No sé, ahí lo tengo, por ahora no leo nada, no tengo la gana o el tiempo. Salgo, me concentro en esta cosa pequeña. Realizo la cosa pequeña. Cuando me detengo a pensar en sus derivados grandes, en la relevancia, me empantano, me convierto en un halcón sin alas o una tortuga ciega sin caparazón. Gasto las horas, las manoseo por sus sexos, las rifo, trato de no pensar, de disfrutar, por ejemplo, de ti. Corretear a lo más niño, hacerte cosquillas, envejecer sin conciencia, atento a tu risa o a las nubes deformes que censuran el sol. Y trato de no acordarme que en occidente la felicidad está asociada al amor, porque si lo pienso me asqueo yo solo y me siento prisionero de mi cultura, entenebrecida por el dogma extraño de una moral extraña. Y después pienso que sería lo mismo que fuera oriental, porque ahí mi entorno me indicaría la soledad absoluta para encontrar el camino de la liberación, lo que es lo mismo, o distinto, o distintivo, diferenciado, delfín, darte a luz, dominar la raza. Porque es cuando estoy solo cuando más mal me siento. En la noche, por ejemplo, cuando ya no queda nadie y falta muy poco para el despunte del astro, cuando la angustia se siente navegando por tus venas, en esa soledad, nace la peor de las sensaciones, y el peor de los sinsentidos; y te viene de adentro, del estómago, del hígado, del lóbulo, del corazón o el alma irradiada en los vasos sanguíneos. Cuando estoy contigo, o con alguien, lo olvido. Cuando me relajo, cuando atardece o llega el sol, cuando me desconcentro, bailo, ruedo, cuando te toco la espalda, cuando te profano como templo maya, cuando risueña vuelcas la razón a emoción y juego a vivir, vivo.
La muerte angustia machacando obviedades, ojos y corazones que no paran de latir, oscuros, lilas, rojos, negros, la sangre también pareciera estallar, como petroleo queriendo ser agua llovida o niebla.

Texto agregado el 07-01-2006, y leído por 217 visitantes. (0 votos)


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