Padre Nuestro que estás en un cielo sucio en medio de la gran ciudad,
apiádate de mí, apiádate de mi cansancio.
En medio de mi habitación, a solas, oscuro, penetrante olor a silencio,
te ruego por mi vida, quiero ser mejor.
Quiero dejar atrás los errores de mi pasado,
quiero dejar atrás la película engorrosa de mi llanto,
quiero dejar atrás los temores y quebrantos,
quiero dejar atrás el aroma de su cuerpo
cuando me ofrecía un abrazo.
Tú que sabes de amor, Tú que eres el Amor,
Tú que me miras con tus ojos imponentes
en un vacío sin nombre.
Devuelve el peso de mis costillas
cuando la felicidad cundía.
Ayúdame a ser fuerte, a no ser tan floja,
a no actuar por inercia frente a los demás.
Ayúdame a hacer mejor uso de mi libertad,
a no ser esclava de mis ilusiones.
Ayúdame a entender a la otra mitad del mundo,
para no cometer los mismos errores.
Padre bueno, no sé que puedo darte en retribución
más que mi sonrisa perdida.
Quisiera darte mis energías, mi juventud, hasta mi alma.
Pero su uso me hace falta.
Perdóname si he sido egoísta, injusta, mentirosa, pecadora, sangrante, misteriosa, inerte
a tu presencia.
Perdóname si fui cruel conmigo misma.
Seré fiel, seré feliz, pero no sé que hacer.
Seré más de lo que fui.
Partiré de cero.
Querré con las fuerzas de mi ser.
Pero, oh Padre Santo... soy tan inexperta y frágil.
Seré joven aún teniendo arrugas. Será así.
(Y líbrame del mal... Amén). |