Un tiempo.
¿Recuerdas esa tarde que te fuiste?
Que fría que estaba, y que sola se sentía.
No sé si la luna nos vigilaba y por eso le contó al cielo todo lo ocurrido, pero comenzó a llover tan fuerte. En segundos se nubló.
Estábamos debajo del toldo del kiosco de la esquina de tu casa. Cuantos recuerdos de ese lugar. Nuestro primer beso. Tan tierno, tan puro, tan nuestro.
En fin, llegaste, me diste uno de tus preciosos besos, pero lo sentí tan frío. Me tomaste de la cintura y me hiciste sentar en la vereda, debajo de tu paraguas verde oscuro.
La lluvia nos mojaba la ropa, los pies y el corazón.
Comenzaste a hablar, balbuceabas más que nada cosas incomprensibles. Decías palabras como "necesito tiempo" y "confusiones de la razón". Sin embargo fui entendiendo la idea cuando ya tus ojos estaban perdidos entre las nubes grises y el fondo mojado de la plaza.
"Mírame a los ojos" te pedí. "Hazlo por favor".
Y en un desesperado intento de parar el tiempo te dije "Te Amo". El te amo más profundo que jamás escucharías.
Te apiadaste de mí y me besaste en los labios con el mayor sentimiento que tus pensamientos te dejaban demostrar.
Sin embargo pasado el beso dijiste que no podías más. Que necesitábamos terminar. Por mí, por vos, porque no me querías lastimar.
El tiempo se paró, sí, pero sólo en mi corazón. Y por fin decidí aceptar que te había perdido.
Entre que mi tiempo se paraba y tu tiempo no, cerraste el paraguas, te levantaste y te marchaste de la misma misteriosa forma en la que llegaste a saludarme. Dejaste una pequeñísima nota en mis manos, que se empezó a mojar con las gotitas que, intentando suicidarse desde el borde del toldo, caían inocentes.
La lluvia se confundió con las lágrimas que negaban tu partida y cuando mi tiempo volvió a correr ya no te encontré.
La nota decía: “Perdón, te quiero”.
La tarde se hizo noche y constaté que se me había pasado el tiempo.
Arrugué tu nota y la perdí en un tacho de basura. Pensé: “lo mismo pasó con el amor”.
Caminé sola mil horas hasta que me di cuenta de que ya no había vuelta atrás. Que mis días seguirían grises y tormentosos. Que no habría perdón que curara las heridas, que las cicatrices en el corazón me bastarán después para recordar el perfume de tus besos.
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