La luz apareció de repente, el amanecer floreció sobre las aguas de aquella playa que nos vio danzar por la noche.
La arena había sido cómplice silenciosa y fría de nuestros pensamientos y conversaciones sobre como podríamos cambiar el mundo, ese mundo que con las caricias del alcohol nos parecía tan horrible e insoportable.
Ahora salía el sol, éramos espectadores de la creación de un nuevo día, de un nuevo paso en el camino de la vida que nos hacia mas viejos a la noche anterior.
La sensación de perdida comenzó a zumbar en mi cabeza, en todo mi interior, Aquella noche había perdido tiempo intentando arreglar el mundo sin hacer nada para ello.
Aquella noche había perdido mis ideas más revolucionarias, ya que no recordaba cuales fueron mis palabras exactamente, ni los pensamientos que tuve por culpa del alcohol ingerido la pasada noche.
Aquella noche perdí el maldito calcetín que buscaba torpemente y no conseguía encontrar. Pero lo más importante que perdí fue durante ese amanecer, justo cuando el sol resurgía del mar.
Perdí la ilusión de estar vivo, de seguir metido en la burbuja que mi persona había creado para estar protegido de lo externo.
¿Quién era yo para intentar cambiar el mundo?, ¿Quién era yo?
Sino un miserable niño que evitaba por todos los medios crecer, un engañabobos que con su palabrería simplemente buscaba que le invitaran a fiestas y conseguir polvos fáciles.
Como iba a cambiar alguien el mundo que su preocupación era simplemente encontrar un calcetín entre la arena.